Dentro del conjunto de los espíritus se pueden diferenciar una serie de grados u orden según sea la evolución o progreso espiritual que estas entidades hayan alcanzado a lo largo de su caminar.
En el grado más atrasado se encuentran las entidades que poseen un predomino de la materia sobre el espíritu. Mantienen sus instintos y su emotividad muy vivas y despiertas. Su moralidad está propensa a actos malévolos y egoístas.
En el segundo nivel existe el predominio del espíritu sobre la materia, siendo primordiales las acciones buenas y caritativas, volcadas en la ayuda de las personas en el plano de la tierra.
En el primer nivel, se recogen los espíritus que han alcanzado una gran sabiduría y perfección en sus actos y manifestaciones. Han conseguido eliminar todo rastro de materialismo u otro sentimiento que se aleje de la bondad y la pureza en cualquiera de sus formas.
Espíritus materializados o imperfectos
Pertenecen al tercer orden. Se prestan para cualquier tipo de pacto o acuerdo que queramos hacer con ellos, con los cuales puedan obtener algo que les interese semejante a aquello con lo que disfrutaban en su vida corporal y no entrando a analizar si el acto implica bienestar o no para la persona a la que dirigen su influencia.
Estos son los espíritus que se utilizan para hacer trabajos de magia o brujería con los cuales se pueden dañar a las personas, provocándoles todo tipo de malestares físicos y psíquicos, así como mil y un obstáculos que interfieren el óptimo desarrollo de los acontecimientos de su vida.
Entre ellos encontramos las siguientes diferenciaciones:
Espíritus impuros u oscuros: en antiguas civilizaciones, estos espíritus fueron considerados como entidades maléficas y demoníacas. En vida, estos fueron personas dedicadas al vicio y a las bajas pasiones. No sufren ningún tipo de remordimiento, ante la realización de acciones malévolas, aunque el daño que causen sea irreparable. En general, han sufrido de muertes violentas y les queda un largo camino para obtener la depuración y elevación espiritual. Dentro de este grupo se encuentran las personas fallecidas trágicamente, los suicidas, las personas asesinadas, muertos intoxicados por drogas, etc.
Espíritus obsesores: no siempre los espíritus obsesores son los responsables de la obsesión que manifiestan algunos médium, principalmente, cuando se encuentran en embrión o en fase de desarrollo espiritual. Estos espíritus ejercen una influencia sobre otros que pertenece al cuadro espiritual o familiar de una persona, perturbándole profundamente, provocándole un sin fin de trastornos, que se manifiestan con distintos matices, dependiendo de la causa de la muerte del espíritu obsesor. La acción de este espíritu se hace persistente y deberá ser corregido por un espiritista que maneje con facilidad el control dentro del mundo espiritual, auxiliado por un espíritu con potestad para ello. En caso de que esta acción no sea controlada, puede llegar a producir diferentes problemas, e incluso la muerte de la persona, al igual que le ha ocurrido con anterioridad al espíritu que le acompaña. Si esto ocurriese, tendríamos que desenvolver la acción de aquella persona, que hoy es espíritu, y que se presenta con el arrastre del obsesor y del espíritu al que este obcecaba a los cuales no pudo vencer cuando animaba carne.
Espíritus arrepentidos: No se pueden considerar espíritus malos, aunque sí pertenecen al tercer grado, debido a su falta de depuración y elevación espiritual. Son aquellos que por circunstancias de la vida han cometido faltas, de las que hoy, se arrepienten como espíritus. Estos seres necesitan de las plegarias, la oración y la enseñanza para reparar el mal que cometieron cuando animaban carne así como para mejorar la situación en la que se encuentran en la actualidad como espíritus. Entre las personas, si guardamos rencor a alguno de estos seres, por algún daño que nos hayan ocasionado en vida, es aconsejable que aprendamos a perdonar el mal que han hecho, comprendiendo que hoy en día son espíritus y que se arrepienten de la ignorancia que poseían cuando pertenecían al mundo material.
Espíritus buenos
Pertenecen al segundo orden y sus intereses se alejan más de lo material, así como de cualquier sentimiento como la cólera, la ira o el egoísmo. En este orden se encuentran los llamados por las creencias de algunas civilizaciones genios buenos, y genios protectores.
Para nuestro criterio pertenecen a comisiones de espíritus elevados como médicos, científicos, místicos, etc. Seres que se ocupan de la guía y enseñanza en el plano de la tierra y que cuando animaban carne ya habían sido ejemplos de personas con grandes rasgos humanitarios.
Dentro del cuadro espiritual de la persona, ocupan el lugar de guías. Sus manifestaciones se mueven en torno al auxilio, así como a actos de bondad y caridad para con los hombres. Ayudan con su conocimiento a otros espíritus de condición inferior a su elevación, desarrollo y depuración. A pesar de ser espíritus que han alcanzado un buen nivel espiritual para mejorar su condición tienen que cumplimentarlo a través del médium con la misión que les ha sido asignada. Dentro de este orden destacar a los espíritus protectores ( estos son asignados al cuadro espiritual de la persona con la misión de ayudarla y protegerla según su poder y evolución espiritual).
Espíritus puros y elevados
Dentro de este orden, se encuentran aquellos seres que han terminado de cumplimentar cualquier arrastre, superando todo sentimiento que les pueda mantener apegados a la vida terrenal.
Dentro de estos, se encuentran los ángeles, arcángeles y serafines, en algunas creencias, en otras podríamos hablar de santos u otros tipos de deidades que no son más que seres con una identidad humana o semihumana, que tras la muerte son adorados por haber demostrado determinados dones, ajenos al resto de los mortales.
Es un error, pensar que estos espíritus pueden incorporar en la materia de un médium, llevándole al trance, lo que sí pueden hacer, es servirse de un mensajero, que en este caso sería un espíritu del segundo orden, para manifestarse, teniendo que tener antes un punto de afinidad que los identifique como semejantes.
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