Espiritismo Misa Espiritual en el Espiritismo Cruzao

Espiritismo Misa Espiritual en el Espiritismo Cruzao

Entre una de sus principales y atractivas ceremonias se encuentra la misa espiritual a difuntos, en la cual se conjugan diversos símbolos y categorías dicotómicas de la realidad.

Vida y muerte, dos términos que se confrontan y confirman mutuamente dentro de la ceremonia ritual del espiritismo cruzado conocida como misa espiritual. Los mismos, se materializan en diversos objetos, palabras y gestos que adquieren un sentido simbólico para reafirmar el deseo de vida y la supuesta explicación de la muerte.

La misa espiritual de difuntos, precedida por los novenarios, a realizar por la familia  del  fallecido  es,  generalmente,  efectuada  por  espiritista  cruzados, aunque los científicos y cordoneros, también la incorporan en su práctica, pero con un matiz diferente. Su objetivo principal es lograr la comunicación espiritual entre  el  espíritu  del  ser “desencarnado” -terminología  empleada  por  los creyentes- y otros significativos allegados en vida de esta persona -familiares, amigos -, así como conocer el estado “actual” de ese espíritu en su nuevo mundo: el espiritual.

Al respecto, el espiritista cruzado facultado para realizar las misas, se traslada a la casa de los familiares del fallecido. Este, debe poner todo su empeño en el logro de la comunicación o “escenificación” con este espíritu; así como preparar el escenario ritual en el cual la entidad espiritual se manifestará.

El primer paso “acondicionar el local, revela la utilización de objetos con sentido simbólico; tal es el caso de las sábanas blancas las que generalmente cubren las paredes de la habitación y la mesa en la cual se confecciona la bóveda para dar idea de pureza, vida y limpieza espiritual por el simbolismo que representa el color blanco.

En este sentido, el rezo de oraciones como el Padre Nuestro, el Ave María, Para los recién fallecidos; el canto de transmisiones que encabeza el médium que preside la misa; el despojo del lugar con yerbas para evitar y alejar corrientes negativas o muertos perturbadores que obstaculizan el desarrollo del ritual; así como la santiguación que debe realizar cada individuo presente en la ceremonia frente a la bóveda espiritual encomendándose al Santísimo (Dios), son actos interpretados como ritos propiciatorios para la llegada de la entidad espiritual.

Para los espiritistas cruzados es importante no perder las conexiones una vez fallecida la persona. Este deseo de interacción con lo sagrado se respalda con determinados gestos a efectuar por los presentes como  la  utilización  del perfume o colonia preparada con la cual todos deben despojar su cabeza y brazos  para “atraer al muerto” -según las referencias. Por otra parte, los familiares del difunto pueden referir la aparición del espíritu desencarnado a través de los sueños o visiones durante el día, manifestando de tal manera el deseo de establecer comunicación y conocer el estado de aflicción actual.

Al respecto, los muertos o espíritus, en la concepción de estos entrevistados, siguen siendo miembros importantes y activos de sus respectivas familias. Los mismos por haber pasado hacia otra forma de vida pueden intervenir, alertar o bendecir los actos humanos. Se establece una relación de ayuda recíproca entre el creyente, familiares y espíritus.

Uno de los objetos de relevante significación es la vela. La misma, debe permanecer encendida durante el tiempo que dure la misa; significa “luz” para el espíritu desencarnado que se traduce en vida. Por medio de la vela, se alumbra al difunto para “activar su adelantamiento hacia la vida de eterna bienaventuranza” , o sea, se le brinda auxilio por parte de sus familiares ayudando al diálogo entre estos. “La vela…, permite que el difunto regrese a la esfera familiar y se reinstale en ella, asegurando la continuidad temporal”.

La vela- vida y la imagen- muerto, representan un mundo en el cual la muerte y la  vida  son  términos  y  realidades  que  no  se  contraponen,  sino  que  se complementan . Esto le permite al creyente reinterpretar ambas terminologías que han sido legitimadas socialmente como fenómenos de la existencia que implican  continuidad,  ruptura  de  las  relaciones  humanas  y  discontinuidad social.

La misa espiritual como culto familiar al espíritu o muerto en el espiritismo de cruce, instaura simbólica y temporalmente la presencia del ser sobrenatural que pertenece a la dimensión sagrada dentro de lo profano, o sea, lo terrenal.

Con ello propicia un escenario simbólico en el cual las categorías vida- muerte y  las  dimensiones  sagrado-  profano  se  complementan  en  la  conciencia religiosa de los presentes, y las diferencias de status y roles asignados dentro de  la  actividad  ritual  hacen  creíble  el  propósito  inicial  de  la  misa:  la comunicación espiritual.

En tal sentido, la representación o escenificación de tal comunicación permite inferir  el  lugar  y  función  que  debe  ocupar  y  desempeñar  cada  sujeto protagonista en la ceremonia. Es decir, los roles se asignan conforme al status que en las relaciones familiares, principalmente, el individuo adquirió con respecto al espíritu para el cual se ofrece la misa. Generalmente, éste utilizará como instrumento simbólico para manifestarse a la persona con la cual en vida tuvo mayor afinidad y cercanía dentro del sistema de relaciones interpersonales y familiares.

Se establece, por una parte, una armonía entre los vivos y muertos y por otra de los vivos entre sí, al generar esta relación un sentimiento de añoranza y solidaridad entre todos los presentes. Tal contacto significa para el cruzado la reafirmación de un nuevo modo de existencia tras la muerte física.

La comunicación verbal con el difunto, carece de fórmulas estereotipadas para cada situación. Se efectúa mediante actos propios de los humanos como la risa, la palabra o el llanto, sobre todo en los primeros meses o año de haber fallecido la persona. La manifestación de este espíritu o la descripción que de éste realiza el médium que preside la misa, revela que los mismos no cambian su apariencia física después de la defunción, pero sí los sentimientos y estados anímicos que tuvo en vida; proyectando sus acciones hacia el bien para con los presentes en el plano terrenal y reconociendo las faltas cometidas. Para evocar a éste es necesario designarlo por el nombre completo que en vida llevó.

La misa de difuntos, de tal forma, resulta atractiva, muy vivencial y consoladora para  el  sujeto,  tanto  médium  como  familiar.  Mediante  esta,  se  restauran experiencias pasadas, se invocan a los ausentes como presentes, se crean nuevos vínculos por un tiempo perdidos y le permite saber al individuo que su familiar existe aunque sea como espíritu con el cual puede dialogar como si estuviera vivo, franqueando los umbrales de la muerte.

©️ngangamansa.com

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