
Como ya indicamos, las reglas congas poseen un complejo sistema oracular, en parte procedente de sus propias raíces culturales y, en parte, producto de la aculturación con la Regla de Ocha. La práctica de la adivinación recibe eI nombre popular de registro o consulta, lo mismo que en la santería. Sin embargo , mientras en el registro lucumí el sacerdote se limita a interpretar los signos ofrecidos por los materiales adivinatorios (cocos, caracoles, etc.), en las reglas congas se usan además varios métodos de transmisión de mensajes obtenidos por el ngangulero a través de la comunicación directa de los espíritus.
La más común de las actividades oraculares del segundo tipo (las de transmisión) se efectúa por medio de la posesión mediúmnica. A través del ngangulero, un espíritu se manifiesta para revelar secretos, ofrecer consejos o predecir el futuro. También pueden ocurrir formas mediúmnicas sin trance, como ocurre con la clarividencia, que es la capacidad de ciertas mentes para percibir lo oculto, ya por medio de la «percepción» visual, de la auditiva, o de la mental; ya gracias a «presentimientos».
Debe distinguirse también entre la posesión (cuando un espíritu se adueña del médium) y el estado de trance místico, cuando el espíritu del ngangulero «abandona su cuerpo», establece contacto con otros espíritus y, al regresar al mundo, trae los mensajes que ha recibido. Por fin , deben incluirse en esta categoría las experiencias oníricas: los mensajes que los espíritus pueden enviar utilizando los sueños de los nganguleros.
Los sistemas adivinatorios interpretativos de los congos cubanos son cuatro:
Dos adoptados -con modificaciones- de la Regla de Ocha (los cocos o ndungui y «caracoles» o chamalongos); y dos propios (el método de la pólvora o fula y el del espejo o mensu.) En realidad, los chamalongos y los ndunguis son dos variantes del Biagué lucumí. Los chamalongos no son caracoles sino cuatro conchas marinas que se lanzan al aire y, como los cuatro trozos de coco, responden a las preguntas previamente formuladas, según caigan hacia arriba o hacia abajo en cinco combinaciones posibles: todas hacia arriba, todas hacia abajo, tres hacia arriba y una hacia abajo, tres hacia abajo y una hacia arriba, dos hacia arriba y dos hacia abajo. Al igual que en el Biagué cada combinación es una letra y una respuesta a la indagación.
Nótese una importante diferencia: los cocos lucumíes preguntan a los orichas, los chamalongos y ndunguis congos se dirigen a los espíritus que habitan en las ngangas. La Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje emplea el método de los nkobos o cauris, una adaptación bastante fiel del Dilogún lucumí.
El sistema oracular de la pólvora o fula. «El brujo no puede trabajar sin pólvora. Todas las reglas de congo la emplean para llamar, para preguntar… El gangulero se agacha ante la nganga, chifla tres veces, la rocía tres veces con aguardiente, ají picante, pimienta de Guinea, jengibre y tierra. Le echa humo de tabaco y él se pasa el tabaco encendido alrededor de la cabeza, luego por la espalda y entre las piernas. Hace un trazo en el suelo junto a la nganga y sobre éste coloca montoncitos de pólvora: siete o catorce, doce o veintiuno, lo que acostumbre. La nganga contesta cuando el ngangulero la prende con su tabaco. Si el trabajo es perfecto barre con todas las pilitas y el humo va hacia la cazuela o el caldero. Si hay alguna dificultad se averigua con pólvora.» El número de pilitas que prendan dará distinta respuesta a las varias preguntas que se formulen.
Hay una relación que existe entre el sistema de escritura simbólica de los congos ( las llamadas «firmas») y su sistema adivinatorio.
El popular oráculo conocido con el nombre de vititi mensu utiliza como instrumento el mpaka nganga o cuerno ritual, o para ser más exactos, el extremo ancho del mismo, donde se coloca el «espejo mágico».
“Este vititi mensu actúa tal y como si fuera un catalejo mágico o un ojo mágico capaz de observarlo todo, tanto del mundo de los seres vivos como del mundo de los espíritus.” Para adivinar con este instrumento, el ngangulero toma el mpaka con la mano derecha y lo sostiene sobré la nganga con el espejo o vititi-mensu hacia abajo. Con la mano izquierda sostiene la vela de la nganga entre ésa y él mpaka de modo que su humo forme sobre el espejito una lámina de hollín. Ahí se formaran distintas imágenes que el adivino interpreta. Mientras se realizan estas operaciones se cantan mambos, muchas veces en bozal.
Todo rito es un intento de superar el abismo que media entre el hombre y la divinidad. Y ya sea en aquellos ritos asociados con la adivinación, como los oráculos; ya en la inducción del estado de trance, este objetivo se coloca en un primer plano.
La adivinación oracular tiene como propósito establecer una vía de comunicación con lo sobrenatural en la que los Orichas y los espíritus responden indirectamente, mediante un lenguaje figurativo convencional. Gracias a la posesión, el ser humano tiene la oportunidad de realizar su anhelo más íntimo: establecer un vínculo directo con las fuerzas espirituales. En definitiva, ambas formas rituales reafirman la estrecha convivencia que existe entre dioses, espíritus y mortales en las religiones afrocubanas. Aparte de ilustrar también lo accesibles que resultan sus divinidades para aquellos hijos que las respetan y las aman.
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