LA FE
Soy la hermana mayor de la Esperanza y de la Caridad, me llamo Fe. Soy grande y fuerte; el que me posee no teme ni al hierro ni al fuego; es a prueba de todos los sufrimientos físicos y morales. Resplandezco sobre vosotros como una antorcha, cuyos chispeantes rayos se reflejan en el fondo de vuestros corazones, y os comunico la fuerza y la vida. Entre vosotros se dice que yo levanto las montañas y yo os digo: Vengo a conmover al mundo, porque el espiritismo es el que debe ayudarme. Uníos, pues a mí; yo os convido: soy la Fe.
¡Soy la Fe! Habito con la Esperanza, la Caridad y el Amor, en el mundo de los espíritus puros. A menudo he bajado de las regiones aéreas y he venido sobre la tierra a regeneraros, dándoos la vida del espíritu, pero a excepción de los mártires de los primeros tiempos del cristianismo y algunos fervientes sacrificios hechos de tarde en tarde para el progreso de la ciencia, de las letras, de la industria y de la libertad, sólo he encontrado entre los hombres indiferencia y frialdad, y he vuelto a remontar tristemente mi vuelo hacia el cielo; me creíais entre vosotros, pero os engañabais; porque la Fe sin las obras no es la Fe; la verdadera Fe es la vida y la acción.
Antes de la revelación del espiritismo, la vida era estéril; era un árbol seco por las refulgentes chispas del rayo que nada producía. Se me reconoce por mis actos; ilumino las inteligencias, caliento y reanimo los corazones en mi regazo; alejo de vosotros las influencias engañosas y os conduzco a Dios por la perfección del espíritu y del corazón. Venid y agruparos bajo mi estandarte, soy poderosa y fuerte: soy la Fe.
Soy la Fe, y mi reinado empieza entre los hombres, reinado pacífico, que les hará felices para el tiempo presente, para la eternidad. La aurora para mi advenimiento entre vosotros es pura, serena; su sol será resplandeciente y su ocaso vendrá a mecer dulcemente a la humanidad en los brazos de eterna felicidad. ¡ Espiritismo! Derramas sobre los hombres tu bautismo regenerador, yo les hago un llamamiento supremo, soy la Fe.
LA ESPERANZA
Me llamo Esperanza; os sonrío cuando entráis en la vida, en ella os sigo paso a paso y sólo os dejo cuando llegáis a los mundos en que se realizan, para vosotros, las promesas de felicidad que sin cesar oís. Soy vuestra fiel amiga; no rechacéis mis inspiraciones; soy la Esperanza.
Yo soy la que canto por el camino con la voz del ruiseñor, y la que en el eco de los bosques exhalo esas notas lastimeras y armoniosas que os hacen entrever los cielos; yo soy la que inspiro a la golondrina el deseo de anidar sus amores al abrigo de vuestros techos; juego con la brisa que acaricia vuestros cabellos, derramo a vuestros pies los perfumes suaves de las flores de vuestros jardines, y casi nunca ocupáis vuestro pensamiento con esta amiga que tan sincera os es. No la rechacéis: soy la Esperanza.
Tomo todas las formas para acercarme a vosotros; soy la estrella que brilla en el azul del cielo, el caliente rayo del sol que os vivifica; yo os entretengo por las noches con sueños festivos; alejo de vosotros el negro cuidado y los pensamientos sombríos; guío vuestros pasos por el sendero de la virtud; os acompaño en vuestras visitas a los moribundos, y os inspiro las palabras afectuosas que les consuelan. No me rechacéis; yo soy la Esperanza.
¡Soy la Esperanza! Yo soy la que en invierno hago crecer en la corteza de las encinas el musgo espeso donde los pajarillos construyen su nido; soy la que en la primavera corona el manzano y el almendro de blancas y rosadas flores, y las esparzo sobre la tierra como alfombra celeste que hace inspirar a los mundos felices. Sobre todo, yo estoy con vosotros cuando estáis pobres y enfermos, mi voz suena sin cesar en vuestros oídos, no me rechacéis: soy la Esperanza
No me rechacéis porque el ángel del desespero me hace una guerra encarnizada y agota sus esfuerzos para tomar mi puesto al lado de vosotros, no siempre soy la más fuerte, y cuando consigue que me aleje, os rodea con sus fúnebres alas, desvía vuestros pensamientos de Dios y os conduce al suicidio; uníos a mí para alejar su funesta influencia y dejaos mecer dulcemente en mis brazos porque yo soy la Esperanza.
LA CARIDAD
Soy la Caridad, sí, la verdadera Caridad; en nada me parezco a la caridad que vosotros practicáis. La que ha usurpado mi nombre entre vosotros, es fantástica, caprichosa, exclusiva, orgullosa y vengo a precaveros contra los defectos que empañan, a los ojos de Dios, el mérito y resplandor de sus buenas acciones. Sed dóciles a las lecciones que el Espíritu de Verdad os da por mi voz; seguidme los que me sois fieles: yo soy la Caridad.
Seguidme; yo conozco todos los infortunios, todos los dolores, todos los sufrimientos, todas las aflicciones que asedian a la humanidad. Soy la madre de los huérfanos, la hija de los ancianos, la protectora y el sostén de las viudas; curo las llagas infectadas; cuido todas las enfermedades; doy vestido, pan y abrigo a los que no lo tienen, subo hasta la más miserable buhardilla; voy a la humilde pocilga; llamo a las puertas de los ricos y poderosos porque por donde quiera que viva una criatura humana, hay bajo el velo de la felicidad amargos y punzantes dolores. ¡Oh! ¡Cuan grande es mi tarea! No basto a llenarla si no venís en mi ayuda; venid pues a mí: yo soy la Caridad.
No guardo preferencia a nadie; jamás digo a los que me necesitan: Tengo mis pobres, dirigios a otra parte. ¡Oh falsa caridad, que daños haces! Amigos, nos debemos a todos, creerme no rehuséis vuestra asistencia a nadie, socorred a los unos y a los otros con bastante desinterés para no exigir ningún reconocimiento de parte de los que habréis socorrido, la paz del corazón y de la conciencia es la dulce recompensa de mis obras; yo soy la verdadera Caridad.
Nadie en la tierra conoce el número y la naturaleza del bien que yo hago; solo la falsa caridad hiere y humilla al que consuela. Guardaos, de este funesto extravío; las acciones de esta clase no tienen ningún mérito delante de Dios, y llaman sobre vosotros su cólera. Solo él debe conocer los generosos rasgos de vuestros corazones cuando os hacéis los tributarios de sus beneficios. Guardaos, pues amigos de dar publicidad a la práctica de la asistencia mutua, no le deis tampoco de limosna, creerme; yo soy la Caridad.
Tengo que consolar a tantos desgraciados, que muy a menudo se me quedan los pechos y las manos vacías; vengo a deciros lo que espero de vosotros. El espiritismo tiene por divisa Amor y Caridad y todos los verdaderos espiritistas querrán conformarse a este sublime precepto predicado por Cristo hace más de diecinueve siglos. Seguidme, pues hermanos: yo os conduciré al reino de Dios nuestro padre: yo soy la Caridad.
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