
Para las gentes de los Pueblos Ijaw e Igbo cada persona tiene dos almas: un alma eterna, llamada Teme para los Ijaw o Maw para los Ibo, y una segunda alma que proporciona la fuerza vital , Bio-Maw para los Ijaw y Nkpuruk-Obi para los Ibo, que muere con el cuerpo. El alma eterna deja el cuerpo con el último respiro y toma la forma de una sombra. Por esta razón se considera peligroso caminar por lugares en sombra, y usan a menudo espejos para que los espíritus malignos se golpeen contra «la imagen del alma» y no contra el alma real de un hombre vivo.
Los espíritus de los antepasados pueden proporcionar ayuda o desgracias a los vivos, según la ayuda o el abandono que éstos les den. En estos Pueblos, al igual que en otros muchos grupos étnicos de Africa, es fácil ver cómo antes de cada comida, algunas personas echan al suelo un poco de agua y de comida. Es la forma simbólica de decirles a los antepasados que se les tiene presentes y que se les alimenta. Esta costumbre adquiere mucha más complejidad para los dos Pueblos de los que hablamos. Cada ocho días , Fene Bene ,el jefe dará parte de la comida y de la bebida para los espíritus. Cada siete años se sacrifica una cabra y se rocía con su sangre las imágenes o pilares de arcilla que representan a los antepasados.
Las familias suelen contar con lugares determinados para orar o pedir ayuda a sus antepasados en casos de necesidad. Se considera una falta grave el hablar mal de los antepasados. Si una persona habla mal de un antepasado de otra familia y no se disculpa, ésta se desquita hablando mal contra los difuntos de dicha persona. Si el hombre se disculpa, deben realizar una ceremonia especial de expiación.
Al igual que sucede en vida, la sociedad de los difuntos está organizada de forma similar a la sociedad de los vivos. Hay un Jefe o Rey de los Espíritus, Nduen-Ama Yana-Gbaw para los Ijaw o Eze Ala Maw para los Ibo; un mensajero, Ffe para los Ijaw o Onwu para los Ibo, que trae la muerte a los vivos y un barquero, Asasaba, que lleva las almas de las personas buenas por el río de la muerte para ser reencarnadas en los árboles, animales u otros seres vivientes.
En cuanto a esta reencarnación, cada subgrupo étnico cree que se realiza de forma diferente. Por ejemplo, un Oratta Ibo bueno tomará la forma de una vaca, elefante o leopardo; un alma de Bakama buena se reencarnará en un árbol; en cambio, los Amuneke creen que sólo los espíritus malignos, las almas de aquellas personas que fueron malas en vida, se reencarnan en plantas.
Ceremonias.- Las ceremonias fúnebres varían según la importancia social del difunto y de la forma de muerte que tuvo, habiendo formas vergonzosas de morir para las que no se hace funeral alguno.
Entre los Kalabari, cuando muere una persona importante, sus familiares llevan su cuerpo a un lugar especial, Oto Kwbu, para lavarlo. Esta ceremonia conlleva la utilización de una olla especial, de agua especialmente preparada para este menester y telas que no deben tocar la tierra. Una vez lavado, las hermanas atan un Okuru alrededor de su cintura y sus esposas legales lo visten con telas especiales.
Luego, los hijos y hermanos llevan el cadáver a una cama en un local que contiene las urnas de sus antepasados, Wari Kubu. Los amigos muestran su respeto al difunto con lamentaciones y tocando tambores para avisar a los antepasados que pronto se les unirá el alma de difunto. Las esposas legales se sientan alrededor del cuerpo, en el orden en que se casaron, portando cada una un cuchillo con la hoja rota. Las hijas legales y hermanas se sientan, en orden de edad, en dos columnas a ambos lados del cadáver. Luego, la primera viuda y sus hijos ofrecen comida y bebida a los asistentes que serán consumidas entre las lamentaciones, toques de tambores y alabanzas al jefe muerto, a lo largo de toda la noche que durará el funeral.
Ceremonias fúnebres Ibo
Durante los días que dura el funeral de un jefe, cada esposa se confina en un cuarto pequeño. Se pinta su cara y cuerpo de negro durante este aislamiento. Cada esposa prepara comida para los parientes que les visitarán y preparan la canción que durante estas visitas entonarán en honor del esposo y jefe muerto. Llevarán luto durante diez meses. Las viudas y los parientes femeninos cercanos deben llevar la tela Okuru , mientras que los varones lo llevan de color azul. Los hombres se afeitan sus cabezas, mientras que las mujeres no se lo pueden cortar ni cubrir durante los diez meses que dura el luto.
Este luto es seguido por una peregrinación a Aro Chuko, donde el jefe será enterrado. Se entierran junto con el difunto sus ropas , ornamentos, platos, cuchillos, tabaco y ginebra y se coloca una cacerola sobre la tierra. Cada ocho días («Fene Bene») se ofrece comida al difunto. Se prohíbe llorar, para que el espíritu del muerto deje esta vida apaciblemente. Si una mujer llora, ella debe sacrificar una cabra o ave a los pies del cadáver para purificar la mancha de sus lágrimas. Se disparan cañones para anunciar al mundo de los muertos que el jefe está llegando.
Diez meses después del entierro, se hace otra ceremonia («Kopinai»). Es una gran fiesta con gran variedad de comidas y bebida. Un miembro de cada clan debe llevar vestido europeo y debe hablar sólo inglés.
En cuanto la familia pueda permitírselo (a menudo meses o años después), celebran un desfile de canoas de guerra representando una batalla naval en la que una de las partes es la familia del difunto. Para el desfile, un miembro del Poika entrega en secreto, una imagen tallada en madera, representando al familiar fallecido. Cuando acaba el desfile, que dura cuatro días, y cuando las canoas vuelven con las de la familia a la cabeza, mostrando que han ganado la batalla, la familia muestra la imagen como parte de su victoria. La imagen se pone entonces en una urna («Arua») que contiene las imágenes de los antepasados («Nduen Fobara») y se hace otra fiesta por el retorno simulado de la imagen.
En otros tiempos los funerales de los jefes iban acompañados de muchos sacrificios, incluidos los sacrificios humanos. Una vez lavado el cuerpo en un local destinado a este fin se llevaba el cuerpo al bosque donde, puesto sobre una mesa alta, era recubierto con telas, cordones, manilla y una hoja joven de palmera que simbolizaba el renacimiento.
La hija mayor dirigía a la procesión familiar y amigos alrededor del cadáver con cantos y bailes. Su marido, el yerno del jefe, ponía una pluma de águila, matado por un pariente del jefe, encima del cadáver, para ser enterrado.
A continuación se realizaban los sacrificios realizados por los hijos. Primero, se escogía un perro debido a su poder de clarividencia. Se decapitaba el perro y los hijos dibujaban un círculo alrededor del cadáver con la sangre. Después, se mataba a un gato, debido a su visión nocturna. Luego, un águila, por su buena vista a la luz del día. Finalmente, se sacrificaba un loro escogido por su voz clara para que el jefe siempre se oyera en su próxima vida.
Después de los hijos, era la familia de la madre los que continuaban con los sacrificios. Se mataba una cabra, que debido a sus pies fornidos, podría llevar al jefe dondequiera que le gustaría ir. Después de los animales, se sacrificaban las esposas de los esclavos. Primero la esposa del esclavo preferido del jefe (el «Aho’m»), a quien, al igual que a los demás esclavos sacrificados se les partían los huesos de las piernas y eran enterrados vivos junto al jefe. Algunas familias tenían cuerpos colgados de postes o árboles alrededor de la tumba de un jefe muerto. Si el jefe era muy rico, se mataban esclavos en los lugares donde aquel se bañaba, comía, dormía, donde recibía a los invitados y como un regalo a los árboles. Por ejemplo, se fertilizaba las raíces de determinados árboles con las sangre derramada de las gargantas cortadas de esclavos.
Después de estos sacrificios, se tocaban tambores y trompetas para anunciar a los antepasados la llegada a su mundo del jefe muerto. Se procedía a cerrar la tumba, pero dejando un espacio pequeño para el último sacrificio. Se capturaba a un hombre de otro clan o de otra etnia, le decapitaban y ponían su cabeza en la pequeña abertura.
Durante los próximos tres meses, las viudas debían dormir junto a la tumba (Obiri) para vigilarla, y pasado este periodo, se abría el Obiri y se quemaban todas las tela y demás materiales. Las viudas volvían, entonces, a casa pero debían llevar ropa de luto durante un año.
Los funerales para personas corrientes socialmente, los entierros difieren dependiendo de la persona y la causa de muerte. Entre los el Ijaw, cuando una mujer anciana, se le entierra con danzas y fiesta, pero los asistentes irán con la cabeza descubierta, ya que esto sólo se hace en los entierros de los hombres. Cuando una mujer más joven, muere, su familia puede hacer fiesta en su honor, pero no es obligación, y si no era esclava, se le entierra en la casa de su familia no en la del marido. Cuando un hombre muere, se disparan cañones el día la muerte, la mañana siguiente, después del entierro, al retorno de la familia a la casa, la tarde siguiente y dos veces al día durante los seis días siguientes. Si una persona muere de una «muerte mala», el cuerpo se tira en secreto, sin entierro. Son consideradas «muertes malas» las de las mujeres que mueren en el parto (la muerte de una madre que ha tenido gemelos es especialmente vergonzosa); las de los hombres muertos por lepra, la de aquellos ancianos que mueren muy mayores, cuando ya han muerto sus hijos; las habidas por suicidio; las de aquellos que mueren el mismo día en que se celebran determinadas fiestas religiosas («Owo»); …
Si una mujer Ibo muere, se le entierra en la casa de su hijo. Si no tiene ningún hijo, su cuerpo se tira en un bosque. Los hijos e hijas se suelen enterrar en casa de los padres. Para los Ibo «muertes malas» son, por ejemplo, las de las mujeres que se mueren durante la cuarentena pos-parto, las de los niños que se mueren antes de que les hayan salido los dientes, las de los suicidas y las de los que mueren durante el Ramadan. Además, hay que realizar determinadas ceremonias de purificación para proteger a la familia en casos como los siguientes: tras la muerte de una mujer que ha tenido gemelos; tras la muerte de niños que nacieron con los pies, o con un solo testículo; tras la muerte de hombres con elefantiasis del escroto o por lepra. Como los Ijaw, entre los Ibo estos cuerpos se entierran en secreto.
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