
Uno de los ritos de tránsito más complejos de las reglas congas es el funeral, que en verdad consiste en toda una serie de ceremonias distribuidas en el lapso de varios días. Uno de los principios fundamentales de Palo Monte y demás cultos bantúes es la estrecha comunidad entre los vivos y los espíritus de sus antepasados desaparecidos. Al separarse del cuerpo, el espíritu se traslada al «más allá»,donde continúa, junto con los que se fueron, la existencia que llevaba en la tierra. Y desde donde se mantiene en contacto con los supervivientes del más acá. Sólo aquellos que cometen graves pecados-los asesinos, los drogadictos, los hechiceros de magia maléfica- están condenados a vagar sin reposo, en la más horrenda soledad, a veces por un tiempo, a veces para siempre. El propósito básico de las ceremonias fúnebres consiste en asegurarle al fallecido una transición dichosa al otro mundo, facilitando así la futura relación mística con él, ya convertido en espíritu protector.
Los ritos funerarios se desarrollan en diez ceremonias consecutivas. La primera es la purificación del cadáver. Este es bañado con agua lustral (producto de la cocción de varias hojas y yerbas, a las que se agregan colonias y perfumes). Luego es frotado con aguardiente y vino seco. Y por fin es “soplado” con humo de tabaco.
Sigue el rito de vestir al muerto, casi siempre con ropa blanca, que simboliza el estado de pureza al que se aspira.
E inmediatamente viene el lloro, en el que los familiares y hermanos de religión muestran su aflicción , en medio del canto de mambos funerarios y de danzas rituales, con que se invocan los mpungos, particularmente aquellos como Ta Kañengue, Mariwanga-Centella y Ma Kalunga , que tienen que ver con el cementerio y con las tumbas. No es extraño que algunos de los presentes caigan en trance y luego «despojen” el cadáver con yerbas y ramas.
Se procede entonces a quitar la mano al muerto. El propósito de este rito es disponer de los objetos rituales que pertenecían al difunto: su «bóveda espiritual», sus collares protectores, sus «resguardos» o amuletos y, sobre todo, su Nkisi. Los collares y los resguardos son destruidos, salvo escasas excepciones. Lo mismo se hace con las copas y vasos de la «bóveda», aunque los demás objetos de la misma, sobre todo aquellos relacionados con el catolicismo (estampas, crucifijos, rosarios, etc.) se reparten por lo general entre los parientes y amigos del muerto. Con el Nkisi hay que proceder a determinar su «camino”, consultándole, si su amo no ha dejado instrucciones sobre lo que debe hacerse con el. A veces el Nkisi decide quedarse con alguien. A veces pide que la entierren por un tiempo para luego pasar a otra persona. Y, por fin, en ocasiones-por haber cumplido su misión en la tierra- exige que se le despida definitivamente. El rito de despedida del Nkisi consiste en llevarlo al lugar que el ha designado y en hacerle allí un último sacrificio y un pago final de sus «derechos”. Con eso se ha «quitado la mano al muerto» y éste queda libre de sus responsabilidades religiosas en este mundo y aligerado para su viaje al otro. Lo que se simboliza rompiendo contra el piso un coco que se ha pasado por encima del cadáver.
Ahora toca llevar los restos mortales del ngangulero al kampo muna-nfinda, es decir, al cementerio, para ser enterrado. Pero antes de salir de la casa mortuoria se produce el rito conocido con el curioso nombre de bailar al muerto. Con el ataúd sobre los hombros, los portadores dan pasos hacia adelante y hacia atrás y luego de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, que algunos asimilan al movimiento de un barco: el del ultimo viaje. Como el muerto está todavía desconcertado, en el camino del cementerio se le va orientando, haciéndole pasar de ser posible por los lugares que frecuentaba mientras vivía. El viaje al cementerio adquiere así un sentido ceremonial muy particular: con él se ayuda al fumbi a despedirse, mientras paso a paso se va separando de las cosas de esta vida.
Una vez obtenida la licencia por parte de los mpungos para entrar en el cementerio, comienza el enterramiento. La fosa es purificada con agua bendita, aguardiente y humo de tabaco. Se baja entonces el ataúd, sobre el que se depositan flores y a veces ramas de árboles, mientras se cantan mambos y se formulan rezos, casi siempre en español, dando gracias a los mpungos y a los espíritus ancestrales. Ya fuera del cementerio, los que han asistido al entierro se despojan o purifican y, de regreso a la casa mortuoria, participan de una comida ritual o banquete fúnebre en honor de los antepasados difuntos.
A los nueve días del entierro, por encargo de los hermanos en religión, se celebra en una iglesia católica una misa de difuntos, preferiblemente cantada, para ayudar al espíritu del muerto a desprenderse de las últimas impurezas que pudiesen quedarle adheridas. Al mismo tiempo el acto sirve para establecer buenas relaciones con el alma del desaparecido, cuya protección mucho se aprecia. Posteriormente tiene lugar una misa espiritual, donde el ido informará si necesita algo (por ejemplo: que se pague alguna deuda material o moral que ha dejado atrás.) Sus hermanos tratarán de complacerlo, ayudando así a facilitarle la paz en su nuevo estado. Como puede apreciarse, los nexos sincréticos con el espiritismo y con el catolicismo acompañan a los creyentes en Palo Monte aun después de haber dejado de existir.
Nunca se insistirá bastante sobre el carácter primordial que el culto a los espíritus tiene en las reglas congas.
«Los congos eran los negros que tenían más apego y que cuidaban más de sus muertos, y por eso nuestra religión se basa principalmente en el Muerto»
«Los espíritus difuntos continúan siendo miembros muy importantes y activos en sus familias respectivas y en los nso-ngangas a los que estaban adscritos cuando vivían. Siempre se les recuerda y se les menciona tal y como si estuviesen vivos y muy próximos y se busca su influencia benéfica en:
-EI inicio de todos los rituales religiosos…
-Al tener que tomar una decisión importante en la vida, como por ejemplo la elección de unos estudios, el cambio de residencia, la elección de un hombre o de una mujer con fines matrimoniales…
-En los momentos más importantes: como por ejemplo, el día del nacimiento de un hijo, el día de la boda… el día de la muerte de un familiar o de un allegado…
Los nganguleros consideran esencial el que se conserve el recuerdo de los difuntos para obtener su protección benéfica y evitar su ira. Para ellos, el olvido es extremadamente doloroso y deberá ser evitado a toda costa.»
Para recordar a sus muertos los congos celebran varias ceremonias: ofrendas, sacrificios y misas espirituales. Las ofrendas pueden ser frutas, ron, aguardiente, tabaco o comidas populares del país: frijoles negros, arroz, harina de maíz, etc. a veces se ofrece toda una comida fúnebre donde se coloca frente a la nganga, entre cuatro velas, la cazuela de la que se sirven con la mano todos los asistentes.
En cuanto a los sacrificios, no son tan frecuentes ni tan costosos como los que se tributan a los orichas. Sólo una vez al año se les ofrenda obligatoriamente a Ngangas y Nkisis un gallo, cuyos huesos se entierran sin que se parta uno solo (la carne se la come el Taita); y un chivo, pero los huesos de éste no se entierran y la sangre jamás se vierte en la Nganga porque traería desgracia, enfermedad y muerte. El chivo no se sacrifica en la habitación en que está la Nganga . En la ciudad se degüella en el patio de la casa y en el campo fuera del bohío . Para ofrendarle la sangre al fumbi se abre un agujero en la tierra, se enciende una muinda (o vela) y el espíritu sale del habitáculo y va a beberla allí. Todos estos ritos van acompañados de rezos y mambos como éste:
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: ¡Cómo corre!
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: De bote en bote como tintorera, ¡palo!
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: Ya la nganga ta uriando, ¡palo!
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: Bendición lo yijo-nganga siempre tenga, ¡palo!
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: Mi Zarabanda ta uriando, ¡palo!
Coro: Menga va a correr en Dió.
Gallo: ¡Como corre!
Etc.
Como siempre, todo está saturado de elementos sincréticos. El mambo dice que la sangre va a correr en Dios, o sea, que el sacrificio se ofrece a una nganga “cristiana”. Y con esa sangre, que la prenda está recibiendo («uriando”), se bendice a los nganguleros presentes, como hace el sacerdote en la misa con los fieles. Además el español y el bozal se mezclan constantemente en la letra del canto religioso. Aun cuando el rito parece más africano, no puede ocultar su mulatez o si se quiere, su criolledad, lo que en definitiva es lo mismo.
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