Palo Monte La Magia Conga

El concepto religioso central de los Bakongo y de sus descendientes cubanos es el culto a los espíritus de los muertos y el control místico de estas fuerzas sobrenaturales mediante la confección de objetos mágicos o «prendas». Antes de adentramos en su estudio, es necesario aclarar algunas diferencias terminológicas entre la religión de los BaKongo y las Reglas Congas cubanas. En Africa se denomina nkisi (minkisi, en plural) a la medicina sagrada y a los espíritus que causan o curan «daños» y enfermedades, así como a las estatuillas y otros objetos rituales cargados de fuerzas místicas que protegen de los unos y alivian de las otras. Este concepto equivale corrientemente en Cuba al de nganga.( En Cuba frecuentemente se da el nombre de nkisi a un espíritu bueno y de nganga al objeto que es «asiento» del espíritu. A veces, sin embargo, se utilizan ambos términos sin ninguna distinción e incluso, en ocasiones, se emplea el término nganga para designar al sacerdote, al igual que en África. En la Isla se observa una enorme variabilidad terminológica).

Para los Bakongo el nganga es el sacerdote o experto en la confección y el manejo de los minkisi. En Cuba estas personas son conocidas como paleros, mayomberos o, más respetuosamente,  Padre Nganga, Tata Nganga o Taita Nganga. Hay quien les llama también Taita Nkisi o Taita Nkise, pero en realidad este nombre debe aplicarse sólo a un ngangulero subordinado al taita-nganga, que todavía no ha iniciado a nadie. Sólo cuando lo haga podrá establecer un templo independiente, subiendo a la categoría superior. Entre los congos, la mujer puede ejercer el sacerdocio igual que el hombre, recibiendo entonces el nombre de mama-nganga a quien se subordinan sus respectivas mama-nkises. «Hoy en día -dice al respecto Calleja Leal- generalmente un año después de que el ngangulero haya alcanzado el status de taita-nkise o mama-nkise, deberá pasar un nuevo ritual de iniciación o rayamiento por el que se convertirá en taita-nganga o mama-nganga- no pudiendo hasta entonces rayar (iniciar) a ningún futuro ngangulero ni establecer su propio nso-nganga.»

El uso de los términos taita (padre) y mama alude al hecho de que la iniciación se considera como un re-nacimiento. Los taita-ngangas y mama-gangas son los padres espirituales del iniciado, pues le han dado vida como ngangulero.

En el idioma KiKongo se llama bilongo al conjunto de yerbas, medicinas y otras sustancias (semillas, frutas, huesos, pieles de animales, piedras, etc.) que se incluyen en la composición de un nkisi, mientras que en Cuba dicho término denota un maleficio. El sistema Bakongo de minkisi es asimismo mucho más complejo que su contrapartida criolla y se encuentra además mucho más íntimamente ligado a la curación de enfermedades específicas. Por ejemplo, en Africa cada enfermedad está ligada a un nkisi individual que previene de ella o efectúa su curación. Así, Nkisi Mpodi cura los dolores del cuerpo, Nkisi Mayiza sana las heridas y alivia los dolores en los ojos y Nkisi Zunga cura los pólipos nasales .

Entre los fieles cubanos, sobre todo en época reciente, el aspecto curativo de la magia conga coexiste paralelamente con la medicina moderna pero, generalmente, no la sustituye. Durante la época esclavista, sin embargo, la magia y medicina congas cobraban importancia y prestigio como instrumentos que permitían a los esclavos manipular, hasta cierto punto, el medio hostil en que les tocaba vivir. En Cuba esta distinción se recuerda, aunque mucho menos elaborada, en los nombres propios de las ngangas, tan cargados de significación simbólica: Lucero-Mundo, Fortuna-Mundo, Camposanto Medianoche, Acaba-Mundo , Centella-Monte Oscuro, Luna Nueva, Ceiba Ngunda….

Así como los lucumíes tienen su ilé, los congos por su parte usan el vocablo nso-nganga para referirse a la habitación que el taita-nganga o la mama-nganga dedican en sus casas a las ceremonias de Palo Monte Mayombe. Nso-nganga es, por eso, templo, residencia del recipiente mágico o nganga, «casa de los muertos” o «casa de los espíritus». Pero, en realidad significa mucho más: en sentido amplio alude no sólo al lugar donde se reúne la cofradía, sino a la cofradía misma, a la comunidad de fieles o nganguleros. Las similaridades a este respecto con la Regla de Ocha son notables, probablemente porque en ambos casos se sigue la  misma tradición. Como explica Calleja Leal: «Los nganguleros de cada nso-nganga se organizan tal como si formaran una gran tribu, siguiendo una estructura social análoga a la que tenían los antiguos cabildos”.

Aunque estas comunidades se integran alrededor de una autoridad máxima (el sacerdote o la sacerdotisa, el taita-nganga o la mama-nganga), que interpreta a su leal saber y entender la tradición religiosa conga, en ellas priva la democracia y los problemas prácticos se resuelven mediante la discusión y la decisión colectivas. En cada nso-nganga hay un «mayordomo» o una «madrina» para servir de acólitos en las ceremonias y para ocupar el puesto del taita-nganga o mama-nganga en caso de ausencia. También ocupa lugar importante en la comunidad el criado-prenda: el ngangulero que tiene la misión fundamental de ser «poseído» o «montado» por los espíritus, nfumbes o perro-ngangas. Los nganguleros de status religioso más bajo son los guatokos (a veces llamados muy martianamente «pinos nuevos») que han recibido solo el primer rayamiento.

Cuando reciban un segundo rayamiento se convertirán en nweyos. Son también considerados miembros del nso-nganga los ahijados espirituales, fieles que no han sido iniciados o rayados, aunque sí han sido «presentados a la nganga». Los creyentes que visitan ocasionalmente el nso-nganga (pero no han sido «presentados») se llaman adeptos y se denominan clientes quienes acuden con el único propósito de buscar solución a un problema personal.

La forma más comente de adquirir control sobre el mundo sobrenatural consiste, como hemos mencionado, en la confección de un receptáculo mágico donde residan las fuerzas superiores. En la cultura Bakongo esto se logra fundamentalmente de dos maneras: mediante la confección de estatuillas a las que se «incorpora» un espíritu cautivo y mediante la confección de bolsas o envoltorios mágico-medicinales, que pueden ser trasladados de un lugar a otro. Tanto las tallas como los paquetes se comprenden dentro del concepto general de minkisi puesto que » un nkisi es un espíritu ancestral que ha tomado forma en una escultura o en algún otro objeto, con o sin bolsa medicinal, de modo que a través de su presencia y poder ayuda a su dueño si éste ha aprendido a utilizar al nkisi, se ha dedicado al espíritu y observa los ritos prescritos por su nganga».

Los ingredientes que conforman los minkisi pueden, como hemos dicho, guardarse en bolsas (nkutu en KiKongo) y también en güiros, calderos o canastos, aunque los sacos o bultos claramente predominan.

Por su parte, la «prenda» conga cubana (también llamada nganga, nkisi o fundamento) ha evolucionado bastante a partir del siglo XIX. Originalmente, se tallaban estatuillas «cargadas» con sustancias mágico-medicinales, a la usanza africana. Pero a medida que pasaron los años, las imágenes se hicieron cada vez menos frecuentes. Asimismo, nos lo confirman los más antiguos informantes de Lydia Cabrera, nuestros congos comenzaron a construir sus prendas en saco o envoltorios que conservaron, con pocas modificaciones, sus designaciones Kikongas. Estos bultos, que se mantenían colgados del techo, son conocidos como macutos (de nkútu, saco; en KiKongo también se les dice makuta a los pequeños paquetes que contienen un resguardo o protección) boumbas o bumbas (en Kikongo bumba, en singular y mabumba, en plural). En la actualidad casi todas las prendas  o ngangas se construyen en un caldero de hierro de tres patas y los macutos son poco corrientes. «El espíritu metido en pañuelo se llama Boumba. Esa fue la primera nganga. Luego los criollos pasaron la nganga a caldero y cazuela”. Y añade Lydia Cabrera: «Aceptemos la cronología de estos viejos informantes, todos acordes en este punto, y que convivieron con la gente de nación: la boumba, el macuto, sácu-sácu, el envoltorio, el saco, – y el jolongo – en una palabra, —»también la nganga en güiro grande y chico era cosa de los antiguos – precede, según ellos, a la kimbisa y a brillumba, más liviana, obra de criollos, que es nganga dentro de cazuela o de caldero’. ‘Los criollos simplificaron el negocio de la Prenda. Subir y bajar el macuto, y manejarlo, era una empresa muy complicada y de mucha responsabilidad».

En la actualidad, pues ,  una prenda conga, de Mayombe, Kimbisa, Biyumba, Musunde o Vrillumba se fabrica  en caldero y resulta curioso observar que sus tres soportes de rigor recuerdan una de varias leyendas Bakongo sobre el origen de los minkisi: «Se cree que Ne Kongo, un héroe de la cultura (BaKongo), vino desde el cielo portando la primera medicina (nkisi), que preparó en una vasija hecha de barro colocada encima de tres piedras o lomitas de comején». (Todavía, en algunos casos , el recipiente sagrado es una tinaja o cazuela gruesa de barro, construida como el caldero- de una sola pieza.)

Para describir cómo se prepara una nganga, secreto celosamente guardado y dificilísimo de obtener, dependemos en buena parte de Lydia Cabrera, quien supo ganarse la confianza de viejos paleros que le confiaron el método. También fue la Nganga de Baró, el viejo amigo de Cabrera, la única que ha sido fotografiada en Cuba.

El mismo Baró nos explica: «De Angola nos viene a los criollos la picardía de apoderamos de un difunto para que sea nuestro socio». Y he ahí la piedra angular de todo el edificio mágico-religioso de los congos: el pacto de un hombre con un muerto, de modo que éste cumpla con presteza y diligencia las órdenes de aquél, desde la nganga en que ha sido introducido. Como hemos mencionado anteriormente, tanto en Cuba como en África se distingue la magia positiva (nkisi) de la negativa (ndoki). Ya vimos que en la Isla, la primera se conoce también como «mayombe cristiano» y la segunda como «mayombe judío” . La diferencia fundamental entre ambas reside en que nkisi sirve para curar , aliviar , dar vida y se ejerce teniendo en cuenta el bien común, mientras que ndoki (frecuentemente conocida entre los mismos fieles como «brujería”) tiene la facultad de matar, hacer daños y su propósito es egoísta o individualista, ya que considera solamente los deseos del hechicero y de su cliente. Los Bakongo , señala Wyatt MacGaffey, distinguen fines públicos y privados, así colmo efectos positivos y destructivos, es decir, poderes de vida o muerte .Y esta distinción es la base de la separación entre nganga cristiana (también conocida como nganga Nsambi y nganga nkisi) y nganga judía (nganga ndoki), aunque ambas requieran el apoderarse del espíritu de un muerto. «Y para que un hombre pueda ser lo que se llama un brujo de verdad, malo o bueno, Nganga Inzambi o Nganga Ndoki, y hacer las cosas que hacen los brujos, tiene que ir al monte y al cementerio: tiene que ser dueño de una nganga, de un muerto».

Ese muerto que el palero introduce en su prenda recibe el nombre de perro-nganga, nfumbe fumbi o muana-ndoki. En las ceremonias, este espíritu montará al ngangulero que hace de médium o criado-nganga, provocándole un estado de trance o de posesión mediúmnica. A veces el perro-nganga o fumbi es renuente a hablar y hay que lanzarle puyas, insultarlo, amenazarlo o castigarlo para que  lo haga. Se considera, por lo general, que el método más adecuado en estas circunstancias consiste en golpear al criado-prenda con la planta silvestre conocida en Cuba como «escoba amarga». Al ser montado por un perro-nganga el criado prenda suele cantar mambos rituales.

El taita-nganga es el verdadero dueño del perro-nganga o fumbe.  Este recibe las Ordenes de su «amo» y debe realizar fielmente las tareas que éste le encargue , por difíciles que sean. En un mambo muy conocido, un perro-nganga expresa su sumisión:

Amo me manda la fin de mundo.

Amo me manda, yo voy.

Si ndoki vuela,

vuela con ndoki.

Si él entra nfinda,

 yo entra nfinda.

 L’amo me manda,

 Yo bucá ndiambo.

( El amo me manda al fin del mundo. El amo me manda y yo voy. Si el espíritu malvado (Ndoki) vuela, yo vuelo con él. Si el entra en el monte, yo entro con él. El amo me manda y yo busco el «daño», es decir, el hechizo maléfico o «ndiambo”.

Para atrapar el alma de un finado es menester conseguir, en primer lugar, algunos de sus restos, ya que el espíritu busca siempre su materia y se afinca en ella . (Algunos paleros establecen una distinción entre «Prendas materiales», que contienen huesos de difuntos y «Prendas espirituales», que se elaboran con otras sustancias y no incluyen restos humanos).

Para establecer la relación basta con obtener algún huesito pequeño que simbolice la totalidad del cuerpo, aunque es preferible una representación ósea mayor : apreciadísimo es el cráneo, la kiyumba, donde se asienta la inteligencia del difunto. Y si la suerte y el tiempo permiten que en él permanezcan remanentes del cerebro, la fuerza de la nganga será mayor. De ser posible se obtendrán también huesos de las manos, de los pies, costillas y tibias, «canillas para que corran”. Se envuelve la osamenta en un trapo negro y, una vez en casa, comenzará el proceso de pactar con el espíritu.

Dependiendo de la finalidad de la Prenda, si va a ser cristiana o judía, se escogerá el cadáver. Para una nganga judía «fuerte» se obtendrán los restos de alguien que haya sido muy perverso en vida, ya que, como vimos, no se cambia después de la muerte. Los dementes y los chinos son considerados muy eficaces. Antes de proseguir es necesario preguntarle al muerto si está dispuesto a permanecer y cumplir las órdenes que se le impartan. El espíritu contesta mediante la fula, la pólvora. Se colocan en una tabla siete montoncitos de pólvora y se encienden: si estallan a la vez esto indica que el finado acepta el trato. Se dibuja con tiza (mpemba) el cosmograma de los congos, un trazo en forma de cruz que, simboliza los cuatro puntos cardinales y los cuatro momentos del sol. Se colocan dentro del caldero los huesos del difunto y un papel con su nombre y apellido, así como tierra de su fosa.

Después se introducen otros ingredientes que hacen de la nganga un microcosmos donde se aúnan todas las fuerzas de la naturaleza, una «naturaleza resumida» nos dice un palero informante. «Una Prenda es como el mundo entero en chiquito y con el que usted domina; para eso el ngangulero mete en su caldero a todos los espíritus: allí tiene al cementerio, al monte, al río, al mar, al rayo, al remolino, al sol, la luna y a los luceros. Una concentración de fuerzas».

Este proceso místico que se sigue para preparar o «fundamentar» una nganga debe realizarse en un lugar adecuado. Lo ideal es hacerlo en medio del monte a la sombra de uno de los árboles sagrados: una ceiba, una palma, un laurel, una siguaraya. Pero, dadas las condiciones de la predominante vida urbana de hoy , la ceremonia por lo general tiene lugar en la casa del taita-nganga. Este debe , sin embargo, haberse puesto en contacto previo con el monte o nfinda para apoderarse de las indispensables fuerzas de las naturaleza que residen en los palos, en los bejucos, en los diversos tipos de tierras (de bibijagüero, de río, de avispero, etc.), así como en los animales (pájaros, culebras, murciélagos, jutías, etc).En la actualidad, sobre todo en las ciudades donde funcionan estas reglas, los paleros obtienen los materiales que necesitan en las tiendas llamadas «botánicas», provocando la indignación de los nganguleros ortodoxos.

Conviene insistir aquí en el carácter del pacto establecido entre el palero y el espíritu encerrado en el recipiente mágico. Como vimos, el perro-nganga debe estar completamente subordinado a la voluntad de su «amo», el taita-nganga o  la mama-nganga. Por eso el espíritu que al «fundamentar» la nganga se introduce en ella debe poseer ciertas características especiales. El destacado palero cubano -hoy establecido en Madrid- Ricardo O’Farrill le explica a Guillermo Calleja Leal a este respecto, utilizando varios términos del espiritismo kardeciano: «Un nfumbe es, por definición un espíritu ‘oscuro’, un ‘ser karmático’ que no ha evolucionado espiritualmente, en definitiva, un espíritu difunto que está apegado a los planos materiales. Esta clase de difuntos carecen de luz, no se han elevado a los planos superiores donde están los espíritus purificados. Los nganguleros somos espiritistas y llamamos karma al apego que tienen los difuntos y los propios individuos a las cosas de este mundo y no a las cosas espirituales y trascendentes. Cuanto mayor sea el apego a lo mundano, el espíritu será más karmático, materializado y oscuro (términos sinónimos). Un hombre borracho, asesino, ladrón, drogadicto, avaro, jugador o soberbio, seguirá como difunto con  esas mismas inclinaciones, buscará emborracharse, matar, robar, drogarse, acaparar dinero, jugar o actuar con soberbia. Este espíritu ‘oscuro’ es un nfumbe y dándosele Io que solicita, es capaz de cometer cualquier clase de maldad o fechoría a cambio de ello.»

O sea, que debe procurarse -para hacer pacto con él- un espíritu inteligente, pero malvado, dispuesto a ejecutar, sin escrúpulo alguno, cualquier orden que reciba de su «amo». Por eso tiene razón Calleja Leal cuando expone: «A pesar de que los nganguleros siempre hablan de ‘pacto’, conviene señalar que más que un ‘pacto se trata de una venta, ya que el espíritu difunto, el nfumbe, se vende al taita-nganga o a la mama-nganga a cambio de algo convirtiéndose en esclavo de su amo o de su ama.» (Esta peculiar relación entre el palero y su perro-nganga explica el lenguaje que aquel emplea con frecuencia para dirigirse al fumbe. Para iniciarlo a trabajar se emplean puyas hirientes cuando no insultos abiertos, plagados de insolencias. A eso se le llama “arrear la nganga“ o “calentar” al espíritu.

Es un informante de Lydia Cabrera quien, una vez más, nos obsequia la más detallada descripción de la confección de una nganga: «Echo adentro (de un caldero de tres patas nuevo) polvo de yeso, esperma de vela, un poco de ceniza y cabo de tabaco. A un lado pongo un pedazo de caña brava llena de agua de mar, arena y azogue, y se tapona con cera, para que la Prenda esté siempre viva como el azogue y sea ligera y se mueva como el mar, que no reposa, y pueda el fumbi (el muerto) brincar la mar e ir lejos. Un perrito macho y negro para que olfatee, siga rastro, entero y bien reseco, se asienta sobre estos polvos en medio de la cazuela . Junto al perro, una piedra de rayo o centella, que beberá sangre antes de ponerse. Se encaja en la cabeza del perro la quijada del muerto, y alrededor los huesos de las manos y de los pies, las dos choquezuelas y costillas. Los sesos, que ya están hechos una pasta dura y negra, a un lado de la cabeza del perro y de la quijada. La quijada de abajo… la de arriba no sirve. ¡No trabaja! Se les derrama encima la tierra de un bibijagüero. Los trocitos de los palos se ponen alrededor: ceiba, cuaba, ayúa, tengue, cocuyo, garayúa, laurel, zaza, jocuma, amansa-guapo ,guamá, guachinango, macagua, pino de la tierra, dagame, moruro, jagüey, palma,  doncella, yaya, yagrumo, y los bejucos batalla, jimagua, cocúmpeba, legaña de aura, nfinda, etc. y las yerbas krúbbana (sensitiva), canutillo, grama, barba de indio, escoba india, etc. Y sobre los palos, puñados de comején. Después que está formado este fundamento, se echa ají, pimienta y ajo, jengibre, cebolla blanca, canela, un gajo de ruda, de piñón y anamú, todo alrededor. La obra se remata con cabeza de querequeté y carpintero, aura, murciélago, zun-zun , arriero; y bichos, jubo, manca-perro, camaleón, ciempiés, etc. Y para que la nganga sea cristiana, buena, un chorro de agua bendita que se coge en la iglesia o del Sábado de Gloria, que se coge en el monte; o se deja mixta. Neutra. Judía y cristiana, según se necesite. Cuando hace bien será cristiana, cuando tumba, será judía. Ya está montada la nganga. Entonces la vuelvo a llevar al camposanto – a Nfinda Kalunga -, para que pase tres viernes allí enterrada en el cementerio; y luego a Nfinda anabutu, al monte a pasar otros tres viernes, que son veintiún días, debajo de una ceiba o de un jagüey. Cuando se levanta la Prenda… me la llevo reculando un buen tramo; no se da la espalda al palo. Y de allí a la casa, y enseguida a alimentarla; se le da su sangre de gallo. Y jengibre, canela, maní, ajo, aguardiente con pimienta, nuez moscada, vino seco y agua de Florida.

Generalmente, al borde del caldero se le amarra una tela negra y la nganga se adorna con plumas negras y cuentas ensartadas. La nganga criolla , bien podemos observar, es un producto eminentemente sincrético que aúna la tradición Bakongo de los minkisi con prácticas y objetos que provienen del polo euro-cubano, tales como el agua bendita y el popularísimo perfume Agua de Florida de Murray. Y los nombres de algunas de las plantas empleadas en la Prenda (amansa-guapo, bejuco batalla, jimagua, etc.) son metáforas de su función mágica.

En las Reglas Congas los templos son las casas de los sacerdotes. Y la Nganga, tanto por razones religiosas como higiénicas -una Prenda no huele precisamente a rosas- debe mantenerse, siempre que sea posible, en una habitación separada del resto de la casa. Si el palero pertenece además a la Regla de Ocha, la cazuela no debe guardarse en el cuarto de los Orichas ya que «santo y muerto son separados” .Es frecuente y deseable el mantener la Nganga en un cobertizo en el patio o traspatio, ya que las religiones congas son «montunas», gustan del monte  y del aire libre. En definitiva el monte o nfinda es el verdadero templo ancestral. Del monte salen los palos que dan nombre a la Regla. «Nosotros los negros vamos al monte como si fuésemos a una iglesia, porque está llena de Santos y de  difuntos, a pedirles lo que nos hace falta para nuestra salud y para nuestros negocios”.

El recinto donde se guarda la prenda es muy sencillo y se ornamenta en forma rudimentaria. No hallamos aquí los altares e imágenes que proliferan en los abigarrados «cuartos de Santos» de la Regla de Ocha, aunque en uno hemos visto un crucifijo colocado en el suelo, contra la pared. La cazuela reposa en el piso ,  algunos palos, ramas y escasos objetos rodean la Nganga: un taburete, que sirve tanto de asiento como de improvisado tambor; un espejo; velas; un güiro para la chamba o bebida sagrada.

Si el sacerdote precisa mantener la Prenda en su propia habitación, deberá  dibujar con tiza una línea en el piso. Mediante el trazo se establecen los límites entre el espacio  sagrado y el espacio profano y el sacerdote podrá entonces realizar todas las actividades cotidianas sin temor a violar ninguna de las prohibiciones de la Nganga. Un practicante, por ejemplo, no deberá mantener relaciones sexuales en presencia de la Prenda y una mujer que se halle menstruando deberá abstenerse de acercarse a ella. La raya de tiza actúa como una pared simbólica más acá de la cual no funcionan esos tabúes.

Un informante de Lydia Cabrera, J. S. Baró, nos explica la organización sacerdotal de un templo o Casa Nganga (Nso Nganga):

«La Casa Nganga, que se llama también la Casa Mundo, viene a ser como una tribu: está el Jefe o el Rey con sus vasallos, está la mujer del Rey, del Primer Padre, el Mfumo, que es como una reina. A ese Padre Nganga Principal, se le dice Amo. Viene después en mando su Mayordomo o sus dos Mayordomos, y la Madrina de la Nganga – Fundamento – la Ngudi Nganga, y la Madrina de Gajo, la Tikantika o Nkento Tikatika Nkisi. Luego hay los Nkombos o Ngombes, Mbua, los criados o perros de la Nganga que monta el Fumbi (el muerto)…y los Moana….Los Muana o Moana …no tienen que aprender. Se les presenta a la Nganga, se les da a tomar Kimbisa con siete granos de pimienta, se les hace cruzar tres veces por encima de la Nganga y para que el Fumbi (el espíritu del Muerto) los conozca, se les corta un mechón de pelo que se echa dentro de la Prenda, de la cazuela o del caldero mágico. (La Kimbisa, también denominada chamba, es una bebida compuesta de aguardiente, pimienta, pólvora, nuez moscada, clavo, ají, ajo, canela y otras sustancias que el mayombero utiliza para rociar la Prenda y fortalecerla. Generalmente, el sacerdote se llena la boca de este «tónico» y lo escupe en forma tal que se convierte en una lluvia finísima que cae sobre la Nganga o sobre algunos de los fieles. Los moana (literalmente, niños) son aquellos que asisten a los ritos regularmente, y han sido «presentados» formalmente a la Prenda, aunque no han sido iniciados («rayados») en la Regla. Frecuentemente, sin embargo, estos moana acaban por iniciarse. La Madrina, usualmente , es la mujer del Padre Nganga).

En la actualidad, dadas las complicaciones de la vida moderna, la jerarquía sacerdotal tiende a simplificarse. En un Nso Nganga que hemos visitado no hemos encontrado, por ejemplo, una Madrina. Los rituales, en esta casa, son dirigidos por un Padre Nganga, que oficia descalzo y con el torso desnudo, vestido de pantalón blanco, con los bajos levantados hasta media pierna y un pañuelo atado a la cintura o a la cabeza. Lo asisten uno o dos mayordomos. El ngombe o perro-nganga, el médium, es considerado como «dueño» de la Nganga, pero «no tiene cuchillo», no posee autorización para sacrificar.

La magia conga, por lo menos la «cristiana» o positiva no puede ser interpretada como una realidad aparte de la visión religiosa de estas Reglas. “ En las sociedades de tipo localista, la magia representa el aspecto instrumental de la creencia religiosa: los mismos mitos -las historias que explican los orígenes de un pueblo o  una causa última- sirven para validar tanto la magia como la religión.   Y si bien es importante la construcción adecuada del objeto mágico, también lo es la práctica ritual, esa combinación única de palabras y acciones que garantiza una actuación eficaz.

©️ngangamansa.com

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