
Todas las agrupaciones religiosas afrocubanas son producto de un intrincado proceso de sincretismo, de transculturación. Unas, como la Regla de Ocha y la Sociedad Secreta Abakuá, han continuado rezando y cantando en lengua africana. Otras, como la Regla de Palo Monte Mayombe, introducen el castellano en sus ritos, aunque tanto creencias como prácticas sigan siendo de base fundamentalmente africana. Es decir, hay grados de sincretismo y las Reglas se sitúan en distintos puntos del continuo cultural cubano.
Próxima al polo afrocubano, pero extraordinariamente permeada por múltiples elementos provenientes del extremo eurocubano, la Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje es quizás el ejemplo más dramático de la interpenetración de todos esos factores de variado origen que caracteriza a la cultura popular cubana. Fundada a fines del siglo diecinueve por Andrés Petit, la Regla Kimbisa posee la estructura básica de las Reglas Congas pero contiene cuantiosos ingredientes de fuentes tan diversas como las religiones católica y yoruba, el espiritismo y hasta la masonería.
Para su comprensión dependemos, una vez más de Lydia Cabrera, quien ha realizado el único estudio que se ha publicado acerca de esta sociedad. Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit, mulato claro, alto, delgado y de finos modales, es símbolo viviente de nuestra amalgama criolla. Nacido en Guanabacoa en la primera mitad del siglo pasado fue, al mismo tiempo, Terciario Franciscano, Isué de la Sociedad Secreta Abakuá, Padre Nganga y babalocha de la Regla lucumí. Vivió en el Convento de los Franciscanos y muchos recuerdan que recogía limosnas para los frailes. Sabía su poco de latín y múltiples leyendas rodean su vida:
«Iba Andrés una vez por una calle solitaria, a eso de las doce del día y observó a un caballero de bomba y levita cruzada que andaba delante de él. A poco, por la acera de enfrente aparecieron dos morenos facinerosos. Aquellos tipos continuaron caminando y Petit cruzó la calle, los detuvo y les dijo que ellos querían matar al hombre de la levita cruzada para robarle la cartera y las prendas. -No lo maten, les dijo Petit. Quítenle lo que lleve, pero no le quiten la vida. Y tal poder tenía Petit en su bastón que se acercó al caballero, lo tocó en el hombro y lo dejo paralizado. Los ladrones le llevaron cómodamente la cartera, la leontina, el reloj, el alfiler de corbata y el anillo, todo lo que tenía encima, y escaparon, sin dejarle, tampoco, un rasguño. Petit volvió a tocarlo con su bastón y el señor siguió caminando sin darse cuenta de nada. Así Petit le salvo la vida.”
Andrés Petit fue el primero en aceptar a hombres blancos dentro de la Sociedad Secreta Abakuá -en su Potencia Bakokó Efor, en el año 1863- unos dicen que por dinero, otros que por fortalecer el ñañiguismo. «Sin él aseguran, la sociedad Abakuá hubiese desaparecido. Ya no habría ñañigos. No hubiesen podido resistir la prolongada persecución de que fueron objetó por parte de las autoridades españolas y más tarde, a comienzos de siglo, por las cubanas.”
Petit murió en Guanabacoa, probablemente en 1889, y el misterio rodea el paradero de sus restos. Se dice que fueron trasladados por un adepto ñañigo blanco del cementerio de Guanabacoa al de Espada, en La Habana para así impedir que fuesen desenterrados por mayomberos ansiosos de apoderarse de tan preciosa kiyumba. Lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta dónde se encuentra enterrado Andrés Petit, si es que sigue enterrado… Su Regla
Kimbisa, también conocida como Quien Vence, es «congo, lucumí, espiritista y católico.¡Lo reúne todo!…Petit hizo un ajiaco, un revoltillo, cogió de todo: trabajó con Palo, con Ocha, con Santo; metió el espiritismo, la brujería, la iglesia, cuanto encontró, para vencer.” Y he ahí el secreto de la eficacia Kimbisa, que reúne lo más poderoso de cada creencia para, de este modo, «vencer».
Como Petit fundó la Regla Kimbisa para traer el bien sobre la tierra, la Nganga Kimbisa será siempre «cristiana». No hay Nganga «judía» en esta religión. Como en Palo Monte, se establece un pacto con un muerto y éste deberá cumplir las órdenes de aquel. El templo Kimbisa se constituye, como de costumbre, en una de las habitaciones de la casa del adepto. Pero no hallamos aquí la carencia de adorno típica del Nso congo. Así lo describe Lydia Cabrera:
“En estos (templos) Kimbisas del Santo Cristo hallamos, como en los IIé- Orichas, imágenes de bulto de Vírgenes y Santos, Crucifijos y estampas. Es decir, un altar con una imagen de San Luis (San Luis Beltrán, patrono de la Regla) y en medio un Cristo crucificado, litografías de Nuestra Señora de las Mercedes, de San Pedro, de San Antonio, y muchas ramas de albahaca, planta muy apreciada por los Kimbisa, ‘que trabajan mucho con ella’. Oculto debajo del altar, en una tinaja, está el Fundamento (Nganga) principal, que sólo pueden manipular los Padres Maestros. En una esquina de la habitación, en una rinconera, está Sarabanda—Ogún, Ochosi y Elegua reunidos—, una de las grandes fuerzas del templo, su guardián, en caldero de hierro. En otra. Changó, su matari o piedra dentro de una batea de madera gruesa, tapada y cubierta con un género rojo. En vez de colocar la batea sobre un pilón, como se acostumbra en los Ilé-Orichas, reposa sobre una banqueta. Frente a Changó, en otro ángulo de la habitación, se tiene a los «Santos». En una tinaja en el suelo a Yemayá. Dentro de una sopera a Ochún. En una repisa en alto, casi al lado del altar, a Obatalá, y frente a Sarabanda, en la otra esquina, en un plato grande o fuente de loza, a San Lázaro».
Es decir, que lejos de mantenerse muertos y orichas separados, como es de rigor en las otras Reglas, aquí se aúnan todas las fuerzas espirituales -yorubas europeas y bantúes— en un mismo recinto.
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