
En el principio, Olodumare andaba por el mundo donde no había ni tierra, ni plantas, ni animales, ni nada, únicamente rocas en llanos. Por espacio de muchos años y siglos, el mundo estaba lleno de llamas que produjeron un vapor espesísimo y por ello se acumuló en el espacio una gran cantidad de nebulosas, que eran tan pesadas que casi no se sostenían en el cielo.
Olofin así lo deseaba, hasta que un día descargó estas nebulosas convertidas en lluvia sobre las llamas de este mundo. La parte que más luchó con la candela, se quemó mucho, quedando más honda que las otras partes, y en ella se depositó el agua y se formaron los grandes océanos. Es allí donde nacen todos los Yemanyás desde Okute hasta Olokún. Así, esa llama que había en este planeta, no existe ya, ahora está en el cielo cumpliendo la voluntad de Olodumare, iluminando el sol, Aganyú, e iluminándolo todo.
Después de muchos días, las cenizas de aquellas rocas antes encendidas se acumularon en las partes más altas y se fue formando una masa fangosa, era la tierra de Oricha-Oko. Esta masa fangosa trajo la pudrición y la epidemia y de ahí nació Babalú Ayé. Producto de ellas también fueron las hierbas que se alimentaban de ella, de ahí nació Osaín. En las partes más altas se crearon las lomas Oque. De Oque, de la loma, se originan los volcanes, de donde salen toda clase de metralla que usa Ogún y todos los orichas fuertes .
Los orichas son las divinidades del panteón Yoruba. Estos dioses generalmente son la personificación de las fuerzas de la naturaleza, y patrones de las actividades, vocaciones y ocupaciones humanas. La palabra oricha ha sido interpretada etimológicamente de varias maneras. Según una, Ifá, el dios de los oráculos le ordenó a varias personas que salieran en busca de la sabiduría que estaba regada alrededor del mundo. Aquellos que pudieron encontrar la sabiduría fueron llamados awon to o risha, los que tuvieron éxito. Cuando estos primeros pobladores del mundo murieron, fueron objeto de culto. Según otra cree que la palabra significa «los santificados que se fueron», mientras que otra sostiene que la palabra oricha se deriva de la práctica de hundir un caldero de barro en el suelo para marcar la capilla de un dios.
Cuando se le pregunta a los Yoruba lo que la palabra oricha significa con frecuencia responden: «Un oricha es alguien que vino del cielo». Los Yoruba hacen una clara distinción entre la naturaleza sobrenatural de sus dioses y la más humana de sus ancestros deificados. Algunas veces los Yoruba dicen que los orichas son gentes que se convirtieron en piedra o desaparecieron en las entrañas de la tierra. Esta explicación hace referencia a materiales arqueológicos encontrados en la ciudad sagrada de llé Ifé. Estas estatuas hechas de madera, de bronce, o terracota son consideradas como reliquias de los dioses.
También se cree que, en realidad, un oricha es una fuerza de la naturaleza, algo de aspecto sobrenatural, un fenómeno poderoso que se ha establecido o fijado al cuidado de un ser humano en un lugar determinado. Un pacto de alianza e interdependencia tiene lugar entre esta fuerza y este hombre que se convierte en el primer Alaché, o sea, en el primer guardián de la fuerza o aché. Existe una relación de interdependencia, porque el poder sagrado aché del oricha tiene necesidad de recibir los sacrificios y ofrendas del Alaché para conservar su fuerza. El oricha protege al Alaché en la misma medida en que éste le hace los sacrificios y ofrendas prescritas. Además lo protege para que esté en condiciones de seguir haciéndoselas. El oricha como signo de que acepta el pacto le entrega al Alaché un objeto, que puede ser una piedra de rayo o hacha neolítica si se trata del dios del trueno, una piedra de río si se trata de una divinidad fluvial, etc.
Para que el oricha pueda ser fijado es necesario el concurso de ciertos elementos a los que se atribuyen poderes muy diversos. Tierras, hojas, raíces, huesos de animales, bebidas y otras muchas cosas usadas en el proceso de la fijación de la fuerza. El Alaché es entonces capaz de invocar por medio de fórmulas conocidas sólo por él al oricha con quien ha cerrado el pacto.
Después de su fijación en los objetos que le son consagrados, el oricha permanece inmaterial, pero su fuerza ha sido domesticada, fijada en el objeto sagrado.
El primer Alaché generalmente es deificado y se convierte en un oricha por haber estado tan íntimamente ligado a la fuerza. Los descendientes del Alaché que continúan celebrando los mismos ritos y ceremonias que él practicaba en vida, elevan a sus antepasados divinizados a la categoría de dioses. Este culto se va transmitiendo de generación en generación y este primer Alaché ahora convertido en oricha sirve de intermediario entre los vivos y la fuerza.
En el transcurso de las ceremonias rituales, las danzas y las canciones reactualizan las pasiones, las guerras y los grandes hechos de este antepasado místico. A pesar de que conceptualmente hablando el culto a algunos orichas es esencialmente culto a los antepasados, estos dos tipos de culto no deben confundirse. Los Yoruba pueden distinguir muy bien entre la naturaleza sobrenatural de los orichas y la humana de sus reverenciados antepasados. El que un antepasado se haya identificado con el oricha a quien servía, no resta carácter sobrehumano al dios. Por otro lado, a los reverenciados antepasados se les rinde el culto propio de tales y siguen conservando su carácter humano.
El culto a los orichas está abierto a todo el mundo. Tiene lugar en ceremonias públicas que se celebran en los templos o capillas dedicadas a cada dios o a varios de ellos. Los oficiantes son sacerdotes que se dedican al culto exclusivo de un oricha determinado. Sin embargo, los fieles de un dios frecuentemente tienen capillas en sus casas donde ellos mismos ofician. Normalmente una persona rinde culto a varios dioses. Los, hijos normalmente adoptan el oricha de su padre o de su madre o los de ambos. Esto no quiere decir que necesariamente exista una identidad entre el culto a un determinado dios y cierto linaje familiar. En algunos de los casos el grupo familiar parece formar el núcleo del culto a un oricha, pero esto no siempre es así. Lo frecuente es que un oricha sea adorado por los habitantes de un barrio de una ciudad, por la ciudad entera o por los habitantes de un distrito que a su vez comprende varios pueblos y ciudades. Hay dioses que son reverenciados en todo Yoruba, mientras que otros apenas son conocidos fuera de los límites de una aldea.
La prueba de que el culto a los orichas no es enteramente hereditario está en el hecho de que muchas personas abandonan el culto de los dioses de sus padres, unas veces por razones personales, otras porque el oráculo así lo ha aconsejado; un individuo puede dedicar su atención y devoción al culto de un dios a quien ni sus padres ni sus abuelos rendían culto. Es frecuente el caso de niños quienes antes de nacer son dedicados a un oricha por indicación de un sacerdote, otros al nacer presentan señales que los identifican con una divinidad a la que tendrán que rendir culto toda su vida.
La religión Yoruba se caracteriza por la existencia de una gran multiplicidad de dioses, lo que conlleva una gran diversidad de cultos.
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