Espiritismo Terminologia espiritista

ESPIRITA: lo que se relaciona con el Espiritismo.

ESPIRITISTA: el que adopta la doctrina espiritista.

ESPIRITU: (del latín spiritus, derivado de spirare, soplar). En el sentido especial de la doctrina espiritista, los Espíritus son los seres inteligentes de la Creación que pueblan el Universo fuera del mundo corporal. La naturaleza íntima de los Espíritus nos es desconocida: ellos mismos no pueden definirla, sea por ignorancia. sea por la insuficiencia de nuestro lenguaje. Estamos, a este respecto, como los ciegos de nacimiento respecto a la luz. Según lo que los Espíritus nos dicen, no es inmaterial, en el sentido absoluto de la palabra, porque el Espíritu es algo, y la inmaterialidad absoluta sería la nada. El Espíritu, pues, está formado de una substancia, de la que la materia grosera que impresiona nuestros sentidos no puede darnos ninguna idea. Se le puede comparar a una llama o chispa cuyo fulgor varía según el grado de su depuración. Puede afectar toda suerte de formas por medio del periespíritu de que está rodeado. (Véase Periespíritu.)

ESPIRITU ELEMENTAL: Espíritu considerado en sí mismo, con abstracción de su periespíritu o envoltura semimaterial.

ESPIRITU FAMILIAR: Espíritu que se liga a una persona o a una familia, sea para protegerla, si es bueno, sea para perjudicarla, si es malo. El Espíritu familiar no tiene necesidad de ser evocado: está siempre presente y responde instantáneamente al llamamiento que se le hace. Frecuentemente manifiesta su presencia con signos ostensibles.

ESPIRITUS GOLPEADORES: aquellos que revelan su presencia por golpes. Pertenecen a clases inferiores.

ESPIRITUALISMO: creencia en la existencia de un alma espiritual, inmaterial, que conserva su individualidad después de la muerte, abstracción hecha de la creencia en los Espíritus; opuesto al materialismo. (Véanse Materialismo, Espiritismo.) Cualquiera que crea que en nosotros no es todo materia, es espiritista; pero de ello no se sigue que haya que admitir la doctrina de los Espíritus. Todo espiritista es necesariamente espiritualista; pero se puede ser espiritualista sin ser espiritista. El Materialismo no es ni lo uno, ni lo otro. Como éstas son dos ideas esencialmente opuestas, era necesario distinguir las con nombres diferentes para evitar todo equívoco. Para los mismos que consideran el Espiritismo como una quimera, era necesario darle a éste un nombre especial. Lo necesitan igualmente las ideas falsas que las verdaderas, a fin de entenderse sin confusión posible.

ESTEREOTITA (del griego stéreos, sólido): cualidad de las apariciones que adquieren las propiedades de la materia resistente y tangible. Se usa por oposición a las apariciones vaporosas o etéreas, que son impalpables. La aparición esterotita presenta temporalmente, a la vista y al tacto, las propiedades de un cuerpo vivo.

EVOCACION. (Véase Invocación.)

EXPIACION : pena que sufren los Espíritus en punición de las faltas cometidas durante la vida corporal. La expiación, como sufrimiento moral, tiene lugar en el estado errante, y como sufrimiento físico, en el estado corpóreo. Las vicisitudes y tormentos de la vida corporal, son, a la vez, pruebas para el porvenir y una expiación para el pasado.

EXTASIS (del gr. ekestasis, trastorno del espíritu; formado de existêmp, quedar asombrado); paroxismo de la emancipación del alma durante la vida corporal, del que resulta la suspensión momentánea de las facultades perceptivas y sensitivas de los órganos. En este estado, el alma sólo está unida al cuerpo por leves lazos, que propugna por romper: pertenece más al mundo de los Espíritus, que entrevé, que al mundo material. El éxtasis es algunas veces natural y espontáneo; puede también ser provocado por la acción magnética, y en este caso, es un grado superior del sonambulismo.

FATALIDAD (del latín fatalitas, destino, y fatum, hecho): destino inevitable. Doctrina que supone que todos los acontecimientos de la vida, y por extensión, todos nuestros actos, están decretados por anticipado y sometidos a una ley, de la que no podemos sustraernos. Hay dos clases de fatalidad: una proveniente de causas externas que reaccionan sobre nosotros, a la que se puede denominar reactiva, externa, fatalidad eventual, y otra que tiene su fuente en nosotros mismos y determina todos nuestros actos, siendo, por ello, fatalidad personal. La fatalidad, en el sentido absoluto de la palabra, hace del hombre una máquina, sin iniciativa ni libre albedrío, y por consecuencia, sin responsabilidad: es la negación de toda moral. Según la doctrina espiritista, el Espíritu, al elegir su nueva existencia y el género de prueba a que habrá de someterse, hace un acto de libertad. Los acontecimientos de la vida son la consecuencia de esa elección y están relacionados con la posición social de la existencia. Si el Espíritu debe renacer en una condición servil, el medio en que se hallará regulará los acontecimientos de modo opuesto que si debiera ser rico y poderoso; pero, cualquiera que sea esta condición él conservará su libre albedrío en todos los actos de su voluntad y no estará fatalmente encadenado a hacer tal o cual cosa ni a sufrir tal o cual accidente. Por el género de lucha que ha elegido, tiene la posibilidad de ser arrastrado a determinados actos o de encontrar ciertos obstáculos; pero esto no quiere decir que hayan de cumplirse infaliblemente, ni que él no pueda evitarlos y transformarlos por su prudencia y decisión. Para esto le ha dado Dios el juicio. Valgámonos de un ejemplo para la mayor comprensión del concepto. Supongamos a un hombre que para llegar al lugar que se propone, tenga tres caminos para elegir: uno, por la montaña, otro, por la llanura, y el tercero, por el mar. En el primero, es lo más probable, que halle chinarros y precipicios; en el segundo, pantanos; y en el tercero, tempestades; pero esto no presupone que haya de ser aplastado por una peña, ni que haya de hundirse en un pantano, ni que haya de naufragar en una ruta más bien que en otra. La misma elección del camino, no es fatal en el sentido absoluto de la palabra. Por instinto, tomará el hombre aquel en que habrá de encontrar la prueba elegida. Si debe luchar contra las olas, no le llevará su inclinación a tomar el camino de la montaña. Según el género de pruebas elegido por el Espíritu, está expuesto a ciertas vicisitudes, y por razón de estas vicisitudes, se halla sometido a determinados impulsos, que depende de él refrenar o consentir que se desarrollen. Aquel que comete un crimen, no es porque fatalmente sea llevado a cometerlo: eligió una vida de lucha que pudo excitarle a semejante acto; mas, si cedió a la tentación, culpa fue de su débil voluntad. De lo que se sigue que el libre albedrío existe, para el Espíritu en el estado errante, en la elección de las pruebas a que se somete, y en el estado de encarnado, en los actos de la vida corporal. No hay fatal sino el instante de la muerte, pues hasta el modo de morir, es una consecuencia del género de pruebas elegido. Tal es, en resumen, la doctrina de los Espíritus, por lo que respecta a la fatalidad. FLUIDO O FLUIDICO: opuesto a sólido: calificación dada a los Espíritus por algunos escritores, para caracterizar su naturaleza etérea. Se dice: los Espíritus fluídicos. Nosotros creemos que esta expresión es impropia, porque resulta un pleonasmo; poco más o menos que si se dijera aire gaseoso. La palabra Espíritu lo dice todo; encierra en sí misma su propia definición; despierta necesariamente la idea de una cosa incorpórea. Un Espíritu que no fuera fluídico, no sería Espíritu. Esta palabra tiene, además, otro inconveniente, que es el de asimilar la naturaleza de los Espíritus a nuestros fluidos materiales; retrae demasiado la idea de laboratorio.

FUEGO ETERNO: La idea del fuego eterno, como castigo, remonta a la mayor antigüedad, y deriva de la creencia de nuestros antepasados remotos, que colocaban los infiernos en las entrañas de la tierra, donde el fuego central les era revelado por los fenómenos geológicos. Cuando el hombre hubo adquirido nociones más elevadas sobre la naturaleza del alma, comprendió que un ser inmaterial no podía sufrir los efectos de un fuego material; pero el fuego sigue siendo el emblema del más cruel suplicio, y no se halla figura más enérgica para reflejar los sufrimientos morales del alma. En este sentido es como lo entiende hoy la alta teología, y en este sentido se dice también: abrasado de amor; consumido por el fuego de la ambición, de los celos, de la venganza, etc.

GENIO (del latín genius, formado del griego géinô, engendrar, producir): en este sentido se dice del hombre que es capaz de crear o de inventar cosas extraordinarias, que es un hombre de genio. En el lenguaje espiritista, genio es sinónimo de Espíritu. Se dice indiferentemente Espíritu familiar o genio familiar, buen o mal Espíritu, buen o mal genio. La palabra Espíritu encierra un sentido más vago y menos circunscrito: el genio es una especie de personificación del Espíritu: se lo figura uno bajo una forma determinada, más o menos vaporosa e impalpable y tan pronto visible como invisible. Los genios son los Espíritus en sus relaciones con los hombres, obrando sobre ellos y por un poder oculto superior.

GENIO FAMILIAR: (Véase Espíritu familiar.)

GNOMOS: (del griego gnômon, hábil, conocedor, compuesto de gnosko, conocer): genios inteligentes que se supone habitan en el centro de la tierra. Por las cualidades que se les atribuyen, pertenecen al orden de los Espíritus imperfectos y a la clase de Espíritus ligeros.

GOLPEADOR: (Véase Espíritu.)

HADAS: (del latín, fata): Según la creencia vulgar, las hadas son seres semimateriales, dotados de un poder sobrehumano. Por sus cualidades son buenas o malas, protectoras o dañinas. Pueden, a voluntad, hacerse visibles o invisibles y tomar toda clase de formas. En la Edad Media y en los pueblos modernos, las hadas han sucedido a las divinidades subalternas de los antiguos. Si se separa de su historia lo maravilloso que les presta la imaginación de los poetas y la credulidad popular, quedan solamente manifestaciones espiritistas como las que presenciamos todos los días, como las que han tenido lugar en todo tiempo. Es incontestable que esta creencia reconoce por origen aquellos fenómenos. En las hadas que se consideran presidiendo el nacimiento de los niños y siguiéndolos en el curso de la vida, se reconocen, sin esfuerzo, los genios o Espíritus familiares. Sus inclinaciones más o menos buenas, reflejo de las pasiones humanas, las colocan naturalmente en la categoría de los Espíritus inferiores o poco avanzados. (Véase Politeísmo.)

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