SANTERIA

Como consecuencia de la esclavitud, los negros procedentes del continente africano han dejado, no sólo en Cuba, sino en todos los sitios del Nuevo Mundo donde  constituyeron  un  factor  de  importancia,  un gran remanente de sus formas culturales, al amalgamarse, con mayor o menor intensidad, en los distintos países donde constituyeron un factor decisivo para el desarrollo de la economía de aquellos momentos. Sí, aun, en países de gran desarrollo económico  como  Estados  Unidos,  quedan  las  supervivencias  del  antiguo sistema de las plantaciones, en detrimento de la población negra de los estados del Sur – dada la injusta depreciación del valor étnico negro que se hizo como el medio más eficaz para justificar la esclavitud del hombre negro -, y cuya presencia actual se refleja en una línea de segregación que justifica la permanencia de¡ criterio esclavista entre los plantadores del Sur, justo es que nos encontremos con la existencia de formas culturales africanas, lo mismo en el Sur que en los otros países afectados por el tráfico negrero, puesto que este criterio ha prevalecido en cada país, en un grado que distingue las formas específicas de la economía y los fenómenos históricos que se desarrollaron con ésta.

Estas culturas y subculturas africanas, enquistadas en el mosaico de las culturas  occidentales  y  que  determinan  la  civilización  del  Nuevo  Mundo, rompen su forma de defensa al desarrollar su círculo evolutivo y perderse en esta  civilización,  enriqueciendo  el  folklore  y  las  artes  vernáculas  hasta depurarse en formas más elevadas.

Entre estas formas culturales las que más se han mantenido han sido las religiones por su resistencia a ser absorbidas por la religión cristiana, ya por su contenido social, ya porque muchos de estos sistemas religiosos constituyeron un elemento subversivo que, más de una vez, amedrentó a los plantadores, elemento subversivo que trajeron desde África, donde, sin duda alguna, fue un factor  de  rebeldía. (Se  sabe  que  los  babalawos  o  sacerdotes  yoruba, desgraciadamente aconsejados por los traficantes de esclavos, combatieron la injerencia inglesa, cuando esta nación trató de asestar un golpe decisivo a la trata de negros.) Bien, por una circunstancia o por otra, las supervivencias religiosas, en nuestros días, alcanzan, sobre todo en aquellos países donde se realizó el sincretismo entre deidades africanas y santos católicos, como Haití, Brasil y Cuba, un grado excesivamente elevado hasta llegar a la categoría de religiones.

En Cuba, a partir del primer cuarto del siglo XIX, el estupendo desarrollo agrícola  determina  la  entrada  en  gran  escala  de  esclavos,  «de  bozales, constituidos por negros salvajes de toda el África», como dice el inglés Burton.

En realidad, esta fecha marca la afluencia de grandes «cargamentos» de esclavos yoruba, que coinciden con la desmembración del reino de Oyó, la gran metrópoli yoruba, cuyo poder se extendió en un vasto territorio en el bajo Níger, y cuyo colapso, comenzado en el año 1817, llenó de esclavos los barracones de Lagos, Badagry y Porto Novo, en la costa occidental de África. De ahí surgieron nuestros negros lucumí, los fundadores del culto a los santos; no obstante, encontramos supervivencias de otras culturas en este sistema religioso, ya que otros pueblos, como los llamados carabalí (integrados por las tribus lbo, Ijaw, Ibibio y Ekoy), los mandingo y los congo, ejercieron una apreciable influencia en la formación del mismo.

Esta profusión de esclavos arrancados de África ha dejado en Cuba la herencia de las más variadas formas de cultura africana, así como las características sociales, que gobernaban a estos distintos pueblos, que se han reflejado no sólo en la conformación del tipo afrocubano, sino en la estructura social de este país, donde se han soldado fuertemente. Es así que contamos dos sistemas religiosos, con caracteres bien diferenciados: la santería, o culto a los santos, y el culto mayombe, los cuales están esparcidos en toda la Isla, donde quiera que existan núcleos afrocubanos de importancia; además, existe una sociedad secreta conocida con el nombre de ñañiguismo, localizada en la ciudad de La Habana y en algunos sitios de la provincia de Matanzas.

La  santería  es la   forma   más   arraigada   y   extendida   de   las supervivencias africanas en Cuba. Sus radios de acción más importantes son la ciudad de La Habana, algunas localidades de la provincia de Matanzas y  Santiago de Cuba. Este sistema religioso toma la forma de cultos familiares practicados, es presumible, por los descendientes de antiguos sacerdotes ngangas o babalawos, arrancados de su privilegiada posición por la violencia del tráfico negrero. La existencia actual de un variado número de estos cultos, los cuales expresan una línea sacerdotal enmarcada en ciertas normas y principios teológicos con variaciones observables, nos inclinan a sospechar que estos cultos tienen su origen en distintas líneas sacerdotales, pasadas de familia en familia, hasta llegar a la forma en que los encontramos hoy, y de los cuales han surgido nuevos cultos, que cada vez se disuelven más en nuevas expresiones y que marcan la evolución de este tipo de religión afrocubana.

Es curioso notar que las variaciones, de acuerdo con las distintas localidades cubanas donde se desarrollan, a veces corresponden al tipo específico de prácticas en las distintas regiones del territorio yoruba de donde proceden, y donde tales variaciones tienen un eminente carácter local.

El culto a los santos se podría definir como la soldadura de los variados elementos  religiosos  procedentes  de  los  tipos  de  cultura  africana  que predominaron en Cuba, con un rasgo esencialmente yoruba; cuya teología está fundada en los intercambios realizados entre las deidades yoruba y los santos católicos, y donde el sincretismo tomó la forma más definida. De este modo vemos  que  todas  las  deidades  yoruba,  halladas  en  este  país,  están perfectamente  identificadas  con  los  santos  católicos,  hasta  el  punto  de confundirse las unas con los otros; de aquí, el nombre de santo, vocablo que expresa la presencia terrenal de la deidad afrocubana en el éxtasis de los sacerdotes, y la cual generalmente se reconoce con este nombre genérico de el santo.

Teológicamente, el concepto supremo de Dios ha sido identificado con las supremas deidades yoruba Olofi (Oloufin) y Olodunmare, las cuales, para el afrocubano, expresan el principio femenino y masculino de Dios; pero el concepto que se tiene de este Ser Supremo, es el de una entidad muy distante de la tierra para que pueda intervenir en los asuntos del hombre. De ese modo es  débilmente  utilizado  en  las  prácticas,  y  sólo  refieren  a  él  en  las imploraciones, tal como un católico implora Dios. Así se dice entre los acólitos:

«Por Olofi, por Olodunmare; salud y suerte». Las deidades utilizadas en las prácticas cotidianas son aquellas identificadas con los santos católicos, y constituyen los Ángeles Guardianes de los distintos cultos.

Las más adoradas son las siguientes: Obatalá, correspondiente a la Virgen de las Mercedes, la cual es estimada como «la dueña de las cabezas», es decir, la dueña  del  entendimiento  humano.  Así  cuando  se  quiere  despertar  la inteligencia en una persona, se frota su cabeza con manteca de cacao – orí, cuya palabra en el dialecto yoruba significa cabeza -.Obatalá toma posesión de sus «hijos» unas veces en la forma de una gran guerrera, otras en la forma de un guerrero, en este caso se le llama Oshangiriyan.

Otra deidad de importancia es Shangó, identificado como Santa Bárbara, considerado como un gran guerrero y el genuino dueño del oráculo del ekuelé (opeleé). Shangó, en tiempo remoto, fue un gran adivinador, pero cansado de su oficio, entregó tal poder a su amigo el anciano Orunmila (Ifa), en quien en lo sucesivo se ha mantenido tal poder. Este Orunmila o Ifa ha sido identificado con San Francisco de Asís,  y  sus  «hijos»,  los babalawos, constituyen la jerarquía más elevada dentro del sacerdocio afrocubano. Al babalawo se le concede el privilegio, prohibido a las personas del sexo femenino, de adivinar el   oráculo.   Este   oráculo   está   constituido   por   una   serie   de   versos correspondientes a distintas deidades, llamados el Ordun de los santos (Odus de Ifa, en yoruba), los que aprendidos de memoria por los babalawos sirven de norma para descifrar el ekuelé y el Ifa.

A partir de los babalawos, la línea sacerdotal de los afrocubanos varía en jerarquía  de  modo  siguiente: 1)  Babalawos  o  «hijos»  de  Orunmila; 2) babaloshas, sacerdotes de cualquier santo, a excepción de Orunmila; 3) las yaloshas o ialoshas, sacerdotisas de cualquier santo, a excepción de Orunmila y Shangó; 4) las  ayibonas o yibonas, que, por regla general son ancianas sacerdotisas que ofician en las ceremonias, a la vez que se convierten en las «madrinas» de aquellas personas que manifiestan su deseo de «ponerse los collares», como se llama la ceremonia de iniciarse en el culto.

Oshún es otra deidad de gran importancia; corresponde a La Virgen de la Caridad del Cobre, la Patrona de Cuba. Es amante favorita de Shangó, dueña de los corales y el dinero. Con sus hechizos, tiene la facultad de «amarrar» a los hombres, o, lo que es más explícito, de seducirlos. Es la esposa de Orunmila.

Yemayá, correspondiente a la Virgen de Regla, es otra deidad de gran importancia.  Es  dueña  de  los  mares;  su  principio  masculino  es  Olokun. Considerada como la madre de crianza de Shangó, porque su genuina madre Obatalá, hastiada de la precocidad del niño, lo arrojó del cielo, y, descendiendo en forma de una «bola de candela», cayó en la saya de Yemayá, quien en lo adelante  le  dedica  todos  sus  cuidados  maternales.  Cuando  Shangó  se convierte en un adolescente, la madre, prendada de él, trata de seducirlo, por lo que éste, avergonzado, se sube a una palma, pero la madre, ofreciéndole placeres contra natura, lo hace descender y gozan de estas extravagancias.

Otra deidad es Babalú Ayé (el Sopona de Ife e Iganna en la tierra yoruba, donde es la deidad de la viruela). Corresponde a San Lázaro, santo católico de la «dermatología; como se ve, la identidad no ha podido ser más exacta.

Eleguá o Elegbara, identificado unas veces con San Antonio, otras con el Ánima Sola, es otra deidad de importancia. Es la deidad que «está detrás de la puerta»; además, «abre los caminos de los otros santos». De este modo, en todos los ceremoniales es indispensable ofrecer un sacrificio a Eleguá para que permita a presencia de las otras deidades. Se le ha querido identificar con Satán o el Diablo, pero en realidad Eshu o Echo es la deidad afrocubana que corresponde a Satán, el Cual es una deidad completamente diferente de Elegba…

Las deidades antes expresadas son las más importantes del panteón yoruba afrocubano, aparte de que existe un número bastante crecido de otras, cuya importancia, en las prácticas, se deja sentir.

Los  cultos,  donde  estas  deidades  se  desenvuelven,  son  los  festivales conocidos como «fiestas de santos», o el «batá», o «el güemilere», o simplemente «toques de tambores», donde se hace descender a los santos al son de los tambores e imploraciones que toman las formas de cánticos en el dialecto yoruba. Estos festivales son convocados para iniciar a un acólito, o bien pedidos por un creyente para – a la manera que los católicos hacen decir misas a sus sacerdotes – rogar por la salud de un familiar, o para tener la garantía del éxito en un juego de la fortuna.

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