
Este es el método adivinatorio más popular de la Regla de Ocha, porque pueden usarlo todos los iniciados. En él se usan unos caracoles pequeños llamados cauris, a los que se les ha arrancado el lomito opuesto a la boca natural, para facilitar que, al tirarlos, sólo puedan caer en dos posiciones: con la boca natural hacia arriba o hacia abajo. Una «mano» de caracoles consta de 21 o 18, según los casos, pero siempre se tiran nada más que 16. Los otros, que quedan separados y vigilantes, se llaman adeles. Para adivinar, después de ciertas ceremonias que veremos en seguida, el santero toma los 16 caracoles entre sus dos manos, los sopla para comunicarles su aché, los frota y los deja caer sobre una estera. Inmediatamente cuenta el número de ellos que hayan caído con la abertura natural hacia arriba y el número de los que cayeron «boca abajo». Las posibilidades matemáticas de combinación en cada tirada son 17. O todos los cauris caen con la boca natural hacia abajo o el número de los que caen “boca arriba» oscila de 1 a 16. Así se forman las «figuras», «letras» u odus del Dilogún, cada uno de los cuales tiene un nombre específico. Su ortografía varía ligeramente de informante a informante. Nosotros vamos a usar la que emplea Lydia Cabrera en Koeko lyawó: Aprende Novicia:
1- Okana: un sólo caracol boca arriba. Por esa letra hablan Ogún Elegua, Olofín e Ikú.
2- Eyioko: dos caracoles boca arriba. Por esa letra hablan los Ibeyi,Ochosi, Elegua, Obatalá, Changó y Ogún.
3- Ogunda: tres caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Ogún Ochosi, Obatalá y Olofín.
4- Eyorosun: cuatro caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Olokun, Changó, Ochosi, Orúnmila y los Ibeyes.
5- Oche: cinco caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Elegua Orula, Ochún y Olofín.
6- Obara: seis caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Elegua, Chango y Ochún.
7- Odi: siete caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Elegua, Ogún, Ochún y Yemayá.
8- Eyeúnle: ocho caracoles boca arriba. Por esa letra hablan todos los orichas, especialmente Obatalá.
9- Osa: nueve caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Ogún, Ochún, Oba, Oyá, Agayú y Obatalá.
10- Ofún: diez caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Obatalá, Ochún y Oyá.
11- Ojuani: once caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Elegua, Naná Burukú, Babalú Ayé, Osaín y Oba.
12- Eyilá: doce caracoles boca arriba. Por esa letra hablan Changó, Yewá y Oyá.
Estas son las doce letras o los doce odus que están autorizados a leer Ios babalochas o iyalochas. Los otros cuatro sólo pueden ser interpretados por babalaos, quienes -ya se sabe- representan en la tierra al gran Orula u Orúnmila, el dios de la adivinación. Cuando salen, el santero debe recomendar a su cliente que consulte a un babalao.( De acuerdo con un mito de origen yoruba el uso del Dilogún como sistema adivinatorio se debe a Ochún, quien lo aprendió de Orúnmila y luego se lo enseñó a los hombres. Cuando Orula estaba ausente, Ochún «echaba los caracoles» a sus clientes, hasta que fue descubierta por su marido y arrojada de su vivienda. Como la diosa de los ríos no había tenido tiempo para aprender todos los odus, eso explica por qué los babalochas e iyalochas solo pueden interpretar los primeros doce. Por eso, como generalmente se dice: «Hasta eyilá nada más habla el Dilogún.» Hay otra versión del mito que atribuye esta historia a Yemayá. En el momento en que Orula la descubrió «registrando» acababa de salir eyilá (el 12) y Orúnmila dijo a su mujer: «Hasta esa letra registras, de ahí en adelante, del trece al dieciséis, el registro me corresponde a mi». )
Las últimas cuatro letras son las siguientes:
13- Metala: trece caracoles boca arriba.
14- Merinla: catorce caracoles boca arriba.
15- Manula: quince caracoles boca arriba.
16- Meridilogún: dieciséis caracoles boca arriba.
Cuando todos los cauris caen boca abajo, los santeros dicen: «Se me fue el caracol de la mano». Esa combinación es nefasta, pues quiere decir que los dioses se han negado a hablar. Y es preciso establecer cómo eludir la desgracia que semejante eventualidad anuncia: tal vez mediante sacrificios, oraciones, etc. En África el nombre de esta decimoséptima figura es opira.
A cada uno de esos odus pertenece un cierto número de «historias» o patakíes (por lo general sobre la vida de los dioses), así como diagnósticos, consejos, refranes con moralejas y los tipos de ebó u otras ceremonias que sea preciso realizar para resolver el problema que se presente. Antiguamente, cuando la religión tenía una base oral, todos estos materiales se conservaban exclusivamente en la memoria del santero. Hoy se copian en libretas que se examinan cuando es necesario. De ellos se sirve el santero para predecir, aconsejar o resolver las cuestiones vitales que le presente el consultante, de acuerdo con la voluntad de los orichas.
Debemos hacer hincapié en el carácter profundamente religioso de la adivinación afrocubana. No es éste un acto mecánico, un simple juego de probabilidades matemáticas. Por estos sistemas se establece comunicación indirecta pero efectiva con los dioses. De ahí que todo registro o consulta adivinatoria por medio de caracoles comience con aspersiones para «refrescar» el recinto sagrado, acompañadas y seguidas de la moyuba: invocaciones a Dios (Olodumare, Olorun, Olofi), a los primeros discípulos de la Regla, al pasado , el presente y el futuro, a los babalaos y a los santeros, en general, y a los muertos es decir , a los egunes que están «al pie de Dios», incluyendo los antepasados de la propia familia. A todos humildemente se les pide benevolencia y permiso para ejercer el rito, sin que haya interferencia de espíritus perturbadores Todo esto se hace mientras los caracoles se frotan entre las dos manos o con una mano sobre la estera. La última invocación es a Elegua a quien se le presenta el cliente y se le pide que todo salga bien. En seguida se toca con los caracoles la cabeza, los hombros, la mitad del pecho, las rodillas y los pies del consultante pronunciando ciertas fórmulas. Y, por fin, se sueltan los cauris sobre la estera y se cuentan los que han caído boca arriba, lo que determina el odu por el que están hablando los dioses. ( Un interesante elemento de sincretismo: lo primero que hace el cliente, al empezar el rito adivinatorio, es persignarse con el dinero que cobra el santero. Esta contribución tiene carácter ritual. No faltan ocasiones en que, por una razón u otra, el santero decide devolverle su dinero al consultante, una vez terminada la ceremonia.)
Originalmente, en África sólo había las 16 letras que mencionamos arriba: cada una con sus refranes y patakíes propios. Pero en Cuba el proceso se ha complicado, con el propósito de equiparar en lo posible el rito con el de Ifá. Se tiran dos manos seguidas y con las dos letras que salen se forma un nuevo odu. Por ejemplo, si en la primera mano sale okana (1) y en la segunda sale obara (6) , el signo será okana-obara. Las posibilidades ahora son 16x 16=256 letras u odus . Algunos santeros prefieren «leerle» aquí el signo al cliente, es decir informarle en seguida de los refranes, patakíes, etc. pertenecientes a esa letra que a su juicio mejor se relacionan con el problema planteado en la consulta . Otros prefieren dictaminar primero si la letra viene «por buen camino» (iré) o «por mal camino” (osobo).
Para realizar esta operación es preciso saber que los 16 odus originales se dividen en menores y mayores. Los primeros son el cinco, el seis el siete, el nueve y el once (oche, obara, odi, osa y ojuaní). Los otros son mayores. Además, el santero dispone de varios instrumentos auxiliares, colectivamente conocidos con el nombre de igbo, dos de los cuales se emplearán en cada tirada Son: un caracol más grande, distinto a los cauris (ayé); una piedrecita oscura (otá); una semilla de guacalote (ewe ayo); una cabeza de muñeca de loza (orí o aworán); un trocito de cascarilla de huevo (efún), y un huesecillo o vertebra de un animal (egún). Dos de estos «aguantes» se entregan al cliente para que sostenga uno en cada mano.
Para determinar cómo viene la letra, se tiran los caracoles. Si sale un odu mayor el santero pedirá al consultante que abra la mano izquierda. Si en ella está la cascarilla la respuesta es siempre sí y en este caso quiere decir que la letra viene con iré ,o sea, por buen camino. Si está la piedra oscura es no: la letra viene con osobo , o por mal camino. Los otros «aguantes» podrán significar sí o no, según lo determine previamente el santero. Puede ocurrir que en la primera mano salga un odu menor. Entonces se repite la tirada. Si sale entonces un odu mayor se pide la mano derecha. Si sale otro menor pueden ocurrir tres cosas: a) que el segundo sea numéricamente más alto que el primero (por ejemplo, primero salió 5 y luego 7) en cuyo caso se pide la mano derecha; b) que el segundo tiro sea numéricamente más bajo que el primero (por ejemplo, primero salió 7 y luego 5) en cuyo caso se pide la mano izquierda; c) que se repita el signo (lo que se llama meyi) y en este caso se pide también la izquierda. De todos modos cuando el cliente abre la mano queda determinado si viene iré u osobo, o sea, si hay bendición o no.
Iré, la bendición, puede venir a su vez por muchas vías. Tan pronto sale, el santero preguntará de qué tipo de iré se trata: si es arikú o inmortalidad, que es el máximo posible ; o si es suerte de dinero u otra cosa; o si viene por parte de un hermano o un hijo, u otro familiar; o por mano de hombre o de mujer; o por la propia cabeza; etc. Para determinarlo se repite la operación antes descrita, es decir , se tiran los caracoles y se pide la mano izquierda o derecha de acuerdo a los odus que salgan. El igbo que aparezca en la mano abierta dirá si la respuesta a la pregunta es sí o no. Así se va precisando qué tipo de iré es el que ha venido.
Cuando en vez de iré sale osobo, también hay que preguntar con sucesivas tiradas de caracoles por qué camino viene. ¿Será muerte? ¿Será enfermedad? ¿Será contrariedad? Etc. Si es muerte (ikú) se elimina la cascarilla (que siempre es positiva) y se sustituye por otro aguante. Una vez determinada la clase de osobo, se indaga si hay lariche o sea, si hay forma de «limpiar» lo negativo. Y cuando la respuesta es positiva se averigua qué tipo de lariche quiere el santo o el muerto, que puede ser desde una sencilla ofrenda de coco, agua y unas velas (adimó) o un baño con ciertas hierbas, una rogación de cabeza, un sacrificio o hasta la orden de recibir un santo. Cuando la respuesta es consistentemente negativa hay que seguir preguntando hasta encontrar una salida, pues como nos ha dicho una informante: «En Ocha todo tiene solución si hay fe en Dios y en los santos”.
Para cerrar la consulta, el cliente toca la estera en que se han tirado los caracoles, se besa las manos y recibe del santero una constancia escrita de todo lo que ha ocurrido en el registro: especialmente (y en forma muy detallada) de los eboses, ofrendas o sacrificios que han sido ordenados.
Cada oricha tiene sus caracoles. Regularmente es el caracol de Elegua el que se usa en los registros, por ser este santo el mensajero de Olofi y el que abre todos los caminos .
Según dice Julio Sánchez: «Como en esta religión el caracol simboliza la boca a través de la cual habla la deidad respectiva, la adivinación con el caracol de Elegua indica que… (éste) es también intérprete de las soluciones ofrecidas por Olofi…”.
Los de las demás deidades tienen su uso limitado a circunstancias poco frecuentes en la vida del creyente, que pueden ser , por ejemplo, su itá de asiento, ciertas ceremonias funerarias o itutos, o cuando así se ordene expresamente en un registro.
©️ngangamansa.com
Buena explicación sobre la adivinación del caracol
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