Palo Monte Ritos de Iniciación en La Regla Kimbisa

El kimbisa rinde homenaje a Nsambi, Dios, y a los Santos o Mpungos que poseen nombres congos y españoles. Algunos (aunque no todos) los Santos venerados en la Regla Kimbisa, corresponden a los Orichas lucumíes.

A diferencia de lo que ocurre en la Regla de Palo Monte, aquí los fieles no solamente experimentan la posesión de espíritus, sino también «reciben la inspiración” de Santos tales como San Antonio, San Luis Beltrán, San Miguel Arcángel y San Benito de Palermo. El trance es provocado por medio de cantos y bailes o puede ocurrir espontáneamente. Cuando se manifiestan los Orichas, los bailes resultan más agitados que sus correspondientes en Regla de Ocha.

Entre los ritos más señalados se encuentran la Iniciación o Kimbansa de Iniciación; los Jubileos o Aniversarios de Padres; la fiesta de San Luis Beltrán, guía espiritual de la agrupación; la celebración del Santo Cristo del Buen Viaje (5 de septiembre); la despedida del Año Viejo y recibimiento del nuevo, fecha en que se da de comer a los muertos a las doce de la noche y las ofrendas, sacrificios y purificaciones que tienen como fin obtener algún beneficio material.

Todo kimbisa recibirá una primera iniciación que le abre las puertas de la Institución. Su ascenso a los diversos cargos irá acompañado de «Pasos» que resultan ser iniciaciones subsiguientes. Antes de admitirse a un postulante es menester investigar cuidadosamente su conducta pasada y presente y, como bien señala Lydia Cabrera: «Los ‘requisitos’ de entrada, los juramentos, ponen de manifiesto al ñañigo, al Abakuá —faramán Ekue— que alentaba en Petit».Es esencial, además, consultar la voluntad de San Luis Beltrán por medio de los caracoles, ya que es el Santo quien acepta al neófito en la Institución. En el rito de iniciación distinguimos, una vez más, las tres etapas usuales en este tipo de ceremonia :

  1. Limpieza o Purificación (Separación de la vida anterior).

Se inicia el rito apartando del cuerpo del iniciando la ropa y las joyas que le confieren individualidad y status en su vida anterior. Si se trata de una mujer, se le quitan los zapatos, las medias, así como cadenas, aretes, anillos y cualquier gancho o alfiler que lleve encima. A los hombres se les despoja de la camisa y se les deja descalzos, con el torso desnudo y los bajos de los pantalones arremangados. El Padre Maestro o su Primer Capacitado procede entonces a santiguar al neófito con una rama de albahaca mojada en agua bendita y un crucifijo mientras se recita la oración de San Luis Beltrán:

«Criatura de Dios, yo te curo, ensalmo y bendigo en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas y una creencia verdadera, y de la Virgen María Nuestra Señora, concebida sin mancha de pecado original. Virgen antes y después del parto, y en el de la gloriosa Santa Gertrudis, tu querida y regalada esposa; las Once Mil Vírgenes, el Señor San José, San Roque y San Sebastián y en el de todos los Santos y Santas de tu gloriosa Corte Celestial, gloriosísimo Nacimiento, Santísima Pasión, Gloriosísima Resurrección y Ascensión. Por tan altos misterios que creo y venero suplico a tu Divina Majestad, poniendo por intercesora a tu Santísima Madre, abogada nuestra, que libres y sanes de enfermedad a esta afligida criatura del mal de ojos, dolor, accidentes, calentura o cualquier otro daño, herida o enfermedad. Amén. Jesús. Y no mirando la indigna persona que refiere tan sacrosantos misterios , con fe te suplico para la mayor honra y devoción de los presentes, te sirvas, con tu misericordia y bondad sanar esta herida, llaga, dolor, humor, enfermedad y no te permita tu Divina Majestad le sobrevenga accidente, corrupción, ni daño, dándole salud para que con ella te sirva y cumpla tu santísima voluntad. Amén. Jesús. Yo te juro y ensalmo, Jesucristo. Nuestro Señor Redentor te bendiga y haga en todo su divina voluntad. Amén. Jesús. Consumatum est. Consumatum est. Amén.»

 El tono y estilo de esta oración, característicos de un anacrónico catolicismo popular donde se pide protección contra el mal de ojos y hasta se invoca en latín, acompañan todo el ritual kimbisa.

Como es usual en estos casos, se venda los ojos del iniciando quien pierde así su sentido de orientación y queda a la merced de las puyas y bromas de los presentes. El Padre Maestro, la Madre y el Segundo Capacitado guían al neófito hasta la entrada de la habitación-templo y tocan a la puerta. El momento del transito, el atravesar el umbral, se logra mediante la ejecución de un período de preguntas rituales que cumple los mismos propósitos que en la Regla lucumí, expresión inequívoca de intención por parte del iniciando; manifestación simbólica de sumisión a los superiores que aquí, incluso, hablan por el neófito en más de una ocasión; forma de lograr acceso al cuarto de los iniciados y, por consiguiente, a un nuevo estado religioso. Uno de los Padres Maestros, quien funge de «Recibidor», responde así al toque de la puerta:

«-¿Quién viene a interrumpir nuestro trabajo?

El Padre Maestro (que hace de) Conductor, se apresura a responder:

-Un profano que anda errante y desea pertenecer a nuestra Institución,

-¿Cómo ha podido, decidme, Padre Maestro, llegar hasta aquí ese profano?

– Porque es de buenas costumbres, es libre y ha venido por su propia voluntad

– Si es así, preguntadle si cree en un Ser Supremo.

-Cree

– Si es así, entradlo Padre Maestro. Veremos si es digno de la gracia que solicita, pero que antes lave sus manos. El agua se usa en las prácticas simbólicas para lavar las manchas del alma. Que lave las suyas para que se despoje de las malas influencias que puede traer».

Mientras los oficiantes del templo entonan el cántico congo «Erise Baluande”, se hace entrar al neófito en el templo y se le lleva al altar donde reposa la Nganga o Fundamento, completándose así la primera etapa del ritual.

  1. La juramentación: el tránsito.

En 1943, Lydia Cabrera transcribió de una de sus informantes —Mamá Luisa Cuatro Vientos Nganga Fiota— las palabras que se pronuncian a continuación y que reproducimos en su totalidad ya que su estilo resulta de importancia para nuestro análisis posterior. El oficiante principal continúa:

– Profano ¿qué veis? el hombre (si es un hombre el que se inicia) o la mujer (si es una mujer) está rodeado de vicios y pasiones. Busca en vano la ventura por todas partes, desea conocer las causas, y ofuscados sus sentidos sólo encuentra oscuridad, tinieblas, discordias y desgracias porque el mundo está lleno de malvados. La Institución «Quien Vence» adora al Santo Cristo del Buen Viaje  y también tiene sus imperfecciones como todas las humanas, pero busca con anhelo encontrar los seres que estén dispuestos a no pensar en la maldad. Di, Profano, ¿qué le debes a Dios? Le debemos la existencia, el ser, el alma, esa alma que es su divino soplo, que vuelve a unirse al todo del que salió. ¿Qué nos debemos a nosotros mismos? Nos debemos el honor, la verdad, el estudio, la instrucción para mejorar y seguir el sendero de la vida para encontrar la verdad.

– Decidme, cuando la verdad y la razón desaparecen, ¿qué nos queda, que nos distinga de los demás animales? El recuerdo de las obras buenas que realizamos al paso por esta vida.

  • ¿Qué le debemos a nuestros semejantes? Les debemos mucho, muchísimo, porque sin ellos no somos nada. El Egoísmo, la perversidad son males que tenemos que desterrar y sometemos al Ser Supremo, Justo Juez de vivos y muertos, para que con su influencia podamos vencer a nuestros enemigos visibles e invisibles.

– Decidme: ¿Deseáis pertenecer a esta Institución?

– Decidme: ¿Estáis dispuesto a sellar con vuestra sangre el juramento que vais a prestar ante los que serán vuestros hermanos? ¿Estáis dispuesto a prestar catorce juramentos que sellaréis con vuestra sangre?”

Acto seguido se procede a juramentar al iniciando:

– ¿Jura por la existencia de un Dios?

– ¿Jura ser libre y religioso?

– ¿Jura amar y haber amado a sus padres?

– ¿Jura ser humano y caritativo con sus semejantes?

– ¿Jura aceptar y obedecer las Leyes y fundamentos que rigen en el interior de esta Institución que desconoce y va a conocer?

– ¿Jura cumplir las obligaciones y sacrificios que esta Institución impone a sus siervos para su particular bienandanza?

– ¿Jura categóricamente bajo palabra y ante el Crucifijo que tiene en su mano que no ha sido inducido por ningún malvado, y se ha ofrecido libre y espontáneamente a entrar en su seno?

– ¿Jura abrigar el deseo de saber con el fin de ser útil a sus semejantes y fiel a la Institución?

– ¿Jura perdonar a su enemigo?

– ¿Jura no blasfemar ni maldecir?

– ¿Jura no traicionar esta Sagrada iniciación?

– ¿Jura atender a sus hermanos aún a costa de sacrificios, en una desgracia, en caso de prisión, enfermedad o muerte?

– ¿Jura no desviarse jamás de estos principios poderosos que dan sabiduría espiritual?

– Estos catorce juramentos que habéis prestado ante el Cristo Crucificado y la Pieza Poderosa que tenéis delante, si con fe lo habéis hecho, transfigúrense vuestros pasos en honor a la Divina Majestad. Si de mala fe, que seáis maldito y que el peso de la más dura penalidad destruya el más precioso sentido, y expiad así vuestra asquerosa culpa.

Una frase de la última imprecación hace resaltar el profundo sincretismo de esta Regla: los juramentos se realizan ante «el Cristo Crucificado y la Pieza Poderosa que tenéis delante», es decir, la Nganga. La contribución del catolicismo a la Regla no es ya periférico —algunos Santos, agua bendita, asistir a la Iglesia— sino central. Observemos, por ejemplo, los catorce juramentos, que sin duda representan todo un código de conducta moral. Dejemos de lado el precepto que obliga a honrar a los mayores, principio básico de las religiones tanto cristianas como africanas. El iniciando kimbisa se compromete a amar y servir al prójimo; a no tomar el nombre de Dios en vano; a no usar sus conocimientos para malos fines e, incluso, a practicar el mandamiento fundamental del cristianismo: perdonar a los enemigos. Aquí no se trata ya de un barniz superficial que adorna una realidad profundamente africana. Por el contrario, nos encontramos ante una visión de la realidad que incorpora valores fundamentales que proceden de mundos y experiencias totalmente diferentes.

Una vez finalizados los juramentos, se procede a cortar unos mechones de cabello de la cabeza del novicio, se envuelven y amarran (nkanga) en una paja de maíz y luego se colocan en la Nganga. A esta parte del ritual se la conoce como “coger cabeza». Por fin, el Padre Maestro ordena:

– Preparad la palangana para recibir la sangre. Y dice a los iniciados:

– Así sellaréis con sangre vuestros juramentos. ¿Estáis arrepentidos? Si lo estáis podéis marcharos, si queréis, estáis a tiempo.

Con el filo de una navaja se hacen siete cruces en la piel, si el neófito es un hombre; nueve si se trata de una mujer. El Padre Maestro reza:

“- Según San Pedro y San Pablo sellaron su fe con su sangre, sella en primer grado con la tuya en el nombre de la Santísima Trinidad para que penetres con fuerza en el Tronco, árbol del Paraíso, desde hoy amuleto sagrado de tu Guía.

Poderoso Ángel de mi Guía, aclaradme, guiad mis pasos por el torbellino inmenso del mundo. Dadme un momento tan solo de prodigio espiritual para hacer con vuestra influencia, de este siervo que está postrado, un devoto más, un esclavo que en unión de su Padre acepta llamaros, llenos de fe para glorificar vuestro Santo Nombre. Amén. La llama que habéis sentido significa el amor que debe arder eternamente en vuestros corazones, amando, respetando y obedeciendo al que desde este momento es vuestro Padre Espiritual, llamado a defenderos en el piélago de la vida. Decidme, ¿os causa alguna inquietud el juramento que habéis prestado y sellado con vuestra sangre? Pues si estáis conforme preparaos a recibir la luz…»

Esta parte del ritual (muy extensa ya que los participantes cantan y bailan mambos durante toda la noche) está colmada de símbolos liminales: el neófito permanece con los ojos vendados y de rodillas, en señal de humillación; el cuarto se deja a oscuras, lo que aumenta su sentido desorientación y se le despoja de parte de su persona (los cabellos y la sangre).

En la primera iniciación se ofrece el sacrificio de un gallo.

  1. El banquete comunitario: la incorporación.

Tras muchas horas de cántico y bailes, ya de mañana, se descubren los ojos del recién iniciado y se le da de beber un poco de chamba que se torna así en una suerte de bebida sacramental. Luego beben el Padre, los Capacitados y todos los demás presentes, unidos ahora en una comunión por la sangre. Más tarde se comparte un suculento almuerzo preparado por algunas de las mujeres del templo. El novicio -ahora miembro reconocido de la Institución- se sienta en puesto de honor, junto al Padre y los mayores en jerarquía. Los otros asistentes comparten una mesa distinta. Después de reposar un poco el almuerzo, se canta y se baila para alegrar a Santos y espíritus, quienes «bajan» (se posesionan de los fieles) para aconsejar de forma directa al nuevo miembro de la familia. Ahora se le indica la conducta que deberá seguir en adelante y los alimentos que será menester evitar. El novicio ha cambiado de vida, ha dejado de ser quien es y por ello recibe un nuevo nombre, tan sincrético como la Regla a la que acaba de ingresar: algunos de los informantes kimbisas de Lydia Cabrera poseían nombres secretos tales como Santa Teresa de Jesús a la Puerta del Cementerio, San Juan de la Cruz Vence Guerra Vence Batalla y Santo Tomás Ver y Creer.

Los Juramentos en La Regla Kimbisa obligan a una conducta permeada de valores cristianos. Los nombres de los miembros reúnen el santoral católico y los poderes africanos. El terciario Petit prescribe un «hábito» para los fieles. Un Reglamento preciso, con artículos e incisos, rige la Institución, que es gobernada por un poder central con derecho a sucesión.

En el templo hallamos imágenes de bulto y soperas de Santo, además de la Nganga.  El neófito jura ante un Crucifijo. Se rezan Padres Nuestros y Ave Marías. Y el uso del lenguaje es complejísimo. En ocasiones se entonan mambos y oraciones (por ejemplo, el Elise Baluandé) en lengua conga. A veces se mezclan voces congas en textos fundamentalmente castellanos, con resultados realmente surrealistas, como en esta oración a la Ceiba:

«Nkisi Nkisi Nkisi

Santísimo Sacramento del altar,

Padre, Hijo, Espíritu Santo,

tres personas distintas y una sola esencia verdadera.

Virgen María y Doña María que cubre a Sambia.

Ba Ceiba: con licencia de Sambi y Tatandi y guandi de mi bisi,

con permiso de Madre Ceiba ,

en este instante yo te mbobo ( hablo)

con toda mi nchila (corazón)

para llamar a tu Divina influencia y te presentes ante mí

como ejemplo admirable de tu ternura material,

¡oh hijo!, la flor de todo, forma de todas las cosas,

alma, espíritu, armonía de todas las cosas.

Consérvanos, protégenos, condúcenos,

líbranos de todos los espíritus malos

que nos asedian continuamente sin que lo sepamos».

En otros momentos, rezos e imprecaciones son, simplemente, en español, en un español cargado de peculiares adornos y giros retóricos. El empleo frecuente del vosotros, nada cubano, despide un tufillo a formas de pulpito típicas del clero español y el léxico se carga de voces y frases poco comunes en el lenguaje cotidiano, tales como: «bienandanza», «por doquiera», «el torbellino inmenso del mundo», «el piélago de la vida»… A la víctima del sacrificio no sólo se le canta «menga va a correr», sino que, además, se le dice así:

» Inocente animal que vas a derramar tu sangre para que la ofrezcamos a …… Yo en nombre de Dios Todopoderoso, te despojo de tu mala influencia, te ensalmo y te bendigo en nombre de la Santísima Trinidad, Padre y Espíritu Santo e Hijo; tres personas y una esencia verdadera..»

La persona misma de Andrés Petit es una entidad liminal: tenía de negro, pero no era negro; tenía de blanco, pero no era blanco; era católico y terciario pero esto no le bastaba; era babalocha y abakuá pero esto no le bastaba; era palero pero sin la rusticidad que caracterizaba a las demás Reglas Congas. Su Regla Kimbisa del Santo Cristo del Buen Viaje fue un intento de integración de las diversas facetas que integraban al hombre Andrés Facundo Cristo de los Dolores Petit. Y obedeció también al deseo de «refinar» o «blanquear» las poderosa fuerzas congas. Evidentemente, su intento halló eco en el corazón de miles de cubanos que se iniciaron en la Institución fundada por Petit, atraídos, entre otras cosas, por lo que consideran «la elevación espiritual de su Regla».

©️ngangamansa.com

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